RADIOLARIA

Cuando los Gallagher armaron su reventón de celebración por el número uno en Gran Bretaña del single «Some Might Say» en abril de 1995, Damon Albarn apareció en la fiesta, se abrió paso entre invitados y borrachines y finalmente halló al eufórico Liam, con la intención de felicitarlo. Muy a tono con la ceremonia de pesaje de boxeadores, el cantante de Oasis se acercó tanto como pudo al cabecilla de Blur con su paso de patito, levantó el mentón y pronunció un «¡Puto número uno!» callejero que dejó dos esferas de saliva temblando en el pómulo del londinense.

Contrario a la instrucción de Cristo, Damon no puso la otra mejilla. Murmuró un «OK, ya veremos», se dio la vuelta y abandonó el huateque repleto de adoradores de la pandilla norteña. El escueto intercambio de frases firmó la batalla cumbre del britpop.

A sabiendas de que Oasis querría seguir dominando la isla y publicaría «Roll With It», segundo sencillo de su (What’s the Story) Morning Glory?, el 14 de agosto de 1995, Albarn se encerró con los Blur para notificarles su decisión de chocar de frente con sus ahora archienemigos. El plan implicaba retrasar el lanzamiento de su tema «Country House» para que éste viera la luz el mismo día que «Roll With It».

«Damon movió todo y nos medimos cara a cara. Él desató la gran batalla», dijo Alan McGee, el descubridor de Oasis.

En la Inglaterra siempre fanática de los torpedos cruzados, desde The Beatles y The Rolling Stones hasta las reyertas sobre los pastos de Manchester entre el City y el United, el morbo fue una exquisitez en aquel verano, siendo la revista New Musical Express el mayor altavoz de la inminente pelea y el medio que por tratarse de una ocasión excepcional emularía a los periódicos deportivos en la noche previa a una épica final: diseñó dos portadas y las dejó listas para encumbrar al ganador.

Alrededor de los protagonistas que fraguaron la batalla de ventas de singles no fueron pocos los que opinaron que ni Blur ni Oasis subían al ring sus mejores apuestas, pero eso importó un cuerno. Con una expectación equiparable a la de una elección presidencial, el 20 de agosto se hizo corte de registros: el «Country House» de Blur despachó 270,000 copias, 50,000 más que «Roll With It». La diferencia, indicaron algunas radiodifusoras expertas en alzar ámpula, fue el equivalente a llenar el Estadio Old Trafford. Con sus ojos de niño adormilado, Damon experimentó el orgullo del goleador que ha marcado los tres goles en el triunfo de su equipo. En contraste, sus comparsas en Blur tomaron el asunto con menos euforia, como esos jugadores de tallo obrero que regresan a la media cancha de inmediato, comprendiendo que ninguna gloria es para siempre. «Quería que nuestra banda fuera el número uno solo porque serlo es especial, pero esto se desvirtuó. Ojalá los lanzamientos hubieran sido escalonados, y así Oasis también habría llegado al número uno. No necesitamos esta falsa y absurda guerra en el chart», dijo el guitarrista Graham Coxon, ciertamente no el depositario de la saliva de Liam Gallagher.

Como se esperaba, en octubre de aquel 1995 Albarn se volvió el ojo del huracán mediático. Los emisarios de los tabloides querían saber todo y un poco más del héroe que con una misma lanza atravesó los egos de los dos Gallagher. Llovieron entrevistas y apariciones, muchas de las cuales buscaron abordar los cimientos líricos de la flamante «Country House», misma que Damon había compuesto pensando en David Balfe, ejecutivo que en su tiempo fichó a Blur pero luego se retiró a una mansión campirana de nueve dormitorios, granero y campo de croquet para olvidar el bullicio londinense (“He lives in a house, a very big house in the country. He’s got a fog in his chest so he needs a lot of rest in the country…”)

Aquel trasfondo pasó a segunda línea. Dada la feroz batalla del britpop que rodeó a la canción, una legión de ingleses recordaría más el single por haber noqueado a Noel y Liam que por la mudanza de un ricachón harto del estrés.