Buenos vecinos

Los estudios de grabación eran para Otis Redding lo que las pequeñas taquerías para los mexicanos: si en la prisa de una jornada de mil pendientes se le atravesaba alguno, se detenía, saciaba su apetito y volvía a montarse en su vida vertiginosa.

Con genes de correcaminos, Otis vivía para componer maquetas de canciones colosales, plasmar su voz sin dobleces y volver a la carretera. Sirvan los pocos días contenidos entre septiembre y diciembre de 1967 para acusar aquel ritmo frenético del prodigio del soul. Respirando todavía los aromas del verano del amor y de una apoteósica presentación ante más de 50,000 hippies en el Monterey Pop Festival, el músico trituró cualquier clase de receso: en septiembre registró canciones en los estudios Stax de Memphis, en octubre entró a un hospital con urgencia para extirparse unos pólipos de las cuerdas vocales, en noviembre volvió a los Stax a grabar otro costal de himnos en fase embrionaria y en diciembre se aprestó a pulir varias piezas trabajadas en los últimos sesenta días, sin desatender las frecuentes invitaciones para actuar en vivo.

Los planes a futuro, eternos motivos de mofa del macabro destino, se hicieron pedazos el 10 de diciembre en las corrientes congeladas del lago Monona de Madison, Wisconsin, cuando el avión en el que viajaba se estrelló. Más que hijos desamparados, Otis dejó a sus veintiséis años una pila de composiciones huérfanas, unas más maduras que otras, unas en punto bosquejo, otras más corriditas.

La estupenda «Hard to Handle», en voz de Redding, está alojada en la colección Dock of the Bay Sessions con una duración de escasos dos minutos y cuyo súbito fade out evidencia su falta de pulido y de tiempo. Es uno de varios temas del astro de Georgia que no contaron con una edición y mezcla dignas de las majestuosas maquetas, crueles testimonios de una muerte violenta que tramaron el viento y el agua.

Más de veinte años después del avionazo, unos vecinos de Otis, aunque de otro tiempo, resucitaron algo que sí podía ser rescatado. Chris Robinson, vocalista del quinteto sureño The Black Crowes, desenterró en 1990 «Hard to Handle», dispuesto a que su banda de blues rock construyera una versión de muy altos vuelos. «Otis es el más grande cantante de R&B y soul que ha existido. Lo más curioso de ‘Hard to Handle’ en aquel tiempo es que lo teníamos presupuestado como un lado B. Hoy, cada vez que la tocamos y la canto, siempre recuerdo a Otis como el mejor de todos y pienso que no me será posible interpretarla tan bien como él lo hizo. Aun así, nunca buscamos ser muy pretenciosos con la canción», afirmó Robinson a la revista Far Out.

Como si a través de la música emprendiera una procesión en honor a su ídolo, Chris ha emocionado por años como frontman de los Crowes, cantando ese tema inacabado cuyo punto climático es la estrofa en la que su voz caracolea a modo de trabalenguas: “Hey little thing, let me light your candle, ‘cause mama, I’m sure hard to handle now, gets around…” Así, cual polizón, el flaco de pelos lacios y gafas lennonianas logró colarse entre los rockeros venerados en aquel inicio de los noventas por hordas de fanáticas calientes y dispuestas a lanzar sus sostenes y derramarse chorrillos de agua sobre sus blusas blanquecinas.

Es casi unánime el reconocimiento a la versión que de “Hard to Handle” confeccionaron Robinson y compañía, un grupo de cuervos que si bien no pudieron salvar al hombre que pereció en las aguas del norte sin haberse liberado del cinturón de seguridad de la aeronave, sí lograron recuperar una de sus gemas y darle brillo y acrecentar la leyenda sureña.

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