‘¿Quién crees que está disparando?’

Brenda Ann Spencer, una pelirroja de dieciséis años, se agacha y coloca lentamente un rifle semiautomático calibre 22 en la banqueta del exterior de su casa. Tres miembros del equipo SWAT de la policía de San Diego le apuntan al pecho, a la espera de cualquier movimiento brusco.

Al otro lado de la calle Lake Atlin, en la acera de la escuela Grover Cleveland Elementary de San Carlos, yacen dos hombres sin vida.

29 de enero de 1979. Dos y media de la tarde. Hace seis horas, la primera de muchas detonaciones cimbró el asfalto. Siguieron veinte minutos de disparos. No fue batalla cruzada, los tiros salieron de un solo lado en dirección al plantel infantil. Sangre, gritos y horror articularon un caos que acrecentó la histeria e impidió precisar la ubicación del tirador, oculto en algún punto de la hilera de casas del vecindario. Ayudado por los vecinos, el oficial Ted Kasinak se montó en un camión de basura de la zona y lo condujo hasta el ojo exacto de la masacre, logrando que la lámina obstaculizara el punto de mira de Spencer.

Ocho niños heridos fueron atendidos, mientras la perpetradora del tiroteo se atrincheró en su casa. Un par de horas después, un reportero del San Diego Union Tribune llamó telefónicamente al domicilio que la policía había ubicado, y al escuchar la voz de una chica al otro lado del auricular, preguntó a ésta si sabía de qué casa había provenido el ataque. Sin pesadumbre alguna, la adolescente respondió: «Por supuesto. ¿Quién crees que está disparando?» Perplejo, el periodista le cuestionó su motivo. «Porque no me gustan los lunes. Solo empecé a disparar; eso anima el día», contestó Brenda Ann, completando la entrevista más escueta y siniestra de la historia.

Dos de la tarde con treinta y cinco minutos. Habiéndose rendido, la joven es tomada del brazo por dos agentes SWAT. De camino a una reclusión que durará décadas, son ellos los primeros a quienes revela que el rifle es un regalo navideño de su padre, quien también le obsequió cuatrocientas tandas de municiones. No peleará inocencia y solo aclarará que ella quería un radio para celebrar las fiestas. «En lugar de ello, me dio este rifle. Tal vez quería que me pegara un tiro».

A tres mil quinientos kilómetros de distancia, mientras concede una entrevista en Atlanta, el líder de la banda The Boomtown Rats se entera del hecho y de la inconcebible frase de justificación de la asesina que ya se esparce como polen. “Que no me gusten los lunes como motivo para atentar contra alguien es un poco extraño. Fue un acto sin sentido. Fue el acto perfecto sin sentido y esa fue la perfecta razón sin sentido para hacerlo. Así que tal vez escribí la canción sin sentido perfecta para ilustrarlo. No fue un intento de explotar la tragedia”, señala Bob Geldof.

Con «I Don’t Like Mondays», los Rats llegarán a la cumbre del chart de Reino Unido en este 1979. Polémica por el origen del título abundará por años.

Spencer, en tanto, lamentará que su acto no sólo inspire una canción. «Cada que hay un tiroteo en una escuela, me siento parcialmente responsable. Quizá muchos han tomado la idea a partir de lo que hice…»

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