Chrissie y los roedores del asfalto

Costeándose el día a día como fuera y aferrada a vivir en el ojo del huracán del punk londinense, Chrissie Hynde pasó buena parte de los años 70 en la convulsa Inglaterra, lejos de los cielos despejados y aburridos de su natal Ohio, cerca de las alcantarillas, salivando por bandas como The Rolling Stones y The Kinks y consumiendo cada berrido, desplante y contoneo de los Sex Pistols, un grupo de inadaptados que en el terreno aspiracional lo fue todo para la de Akron.

Convencida de que había más vida bajo los faroles de las callejuelas con olor a orina que recostada en una cama calentita, se enredó con el guitarrista Steve Jones, de quien le cautivaron su alma de delincuente y corazón de ladrón, y encaró sus problemas migratorios intentando casarse con el bajista Sid Vicious, disparate que se hubiese consumado si en la mera fecha la oficina de registros no estuviese estado cerrada.

Habiendo fallado en su cometido de obtener la residencia en lares británicos y con una cosquilla por armar un grupo de rock sucio y clandestino, Hynde retornó a Estados Unidos y encendió la máquina Pretenders justo cuando el punk moría y la new nave brotaba a la par de la década. Y lo hizo con todas las de la (no) ley: mascando malvaviscos y piedras y dispuesta a cumplir sus sueños callejeros, sin perímetros, cuidados ni temor a pisar campos minados.

En enero de 1980, Chrissie y su cuadrilla debutaron en el mercado estadounidense con su placa homónima y muy pronto pusieron a críticos y protofans a sonreír con la chiclosa «Brass in Pocket», mientras que en los líricos de otra pieza que no fue elegida como tiro promocional del disco, «Tattooed Love Boys, la cantante exhumó la violación que había sufrido en Ohio años atrás, a manos de una pandilla de motociclistas. Lejos de martirizarse con una entrega cortavenas o de rugir contra las pocilgas del alma, ella misma sugirió acelerar los compases y compuso uno de los versos más polémicos jamás escritos: «I was a good time, yeah, I got pretty good, changing tires, upstairs bro. I shot my mouth off and he showed me what that hole was for…«

Veinticinco años después, Hynde reabrió en una entrevista televisiva con la CBS el expediente de «Tattooed Love Boys». Y frente a las cámaras, envalentonada, dijo: «Si pasabas el rato con esa clase de tipos, eso es lo que te sucedía, así eran las cosas. Intentábamos conseguir bote y ver a muchas bandas. Y si las motocicletas eran parte de esta aventura, pues aún mejor. Una vez que te involucras con esta clase de muchachos, ya no sales. Especialmente si eres mujer, te conviertes en una especie de propiedad».

Con las tablas de una sexagenaria que prefirió vivir con el duende del punk secreteándose al oído que volverse un nena muy mona de la aristocracia musical, Chrissie quebrantó la serenidad de miles de televidentes que atestiguaron su confesión y su incomprensible modo de responsabilizarse por aquel capítulo en el que los roedores del asfalto asaltaron su cadera y se robaron el tiempo, como si éstos simplemente hubiesen cumplido la ecuación natural de causa-efecto.

Parte de la vida y de hallarse en el momento y lugar incorrectos… o correctos.

En la matemática del punk, el descuadre suele ser perfecto.

Anuncio publicitario

Una respuesta a “Chrissie y los roedores del asfalto”

  1. Ufffffff pero que fuerte! Nunca me imaginé eso en su vida pero a la vez no me sorprende ya que muchos tienen experiencias ask de fuertes. La verdad de admirarse todo lo que le pasó. De las más crudas pero interesantes historias que he leído hermano

    Te amo

Opina en Radiolaria

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: