
La política de la Motown era clara: los compositores tenían que pagar por las grabaciones de sus creaciones que los artistas del momento no aceptaran.
En 1963, a Lamont Dozier, miembro clave del equipo creativo que completaban los hermanos Eddie y Brian Holland, se le desplomaron los niveles de azúcar cuando le ofreció la maqueta de «Where Did Our Love Go» a The Marvelettes y la lideresa del grupo femenino, Gladys Horton, le contestó con una candidez tan inusual como ponzoñosa: «Oh, cariño, nosotras no cantamos ese tipo de cosas. Es lo peor que he escuchado».
La desazón del nativo de Arizona ante el leñazo de Gladys fue grande, pero no tanto como su aflicción por quedar a un tris de pagar una buena suma por una pista condenada a la bodega y al olvido. «Estaría en serios problemas si no me daba prisa y conseguía a alguien para hacer la canción (…) Revisé la lista de artistas de la Motown y hasta el final estaban las Supremes, más conocidas en esos días como las ‘No Hit Supremes’. Les dije que estaba hecha a su medida, sabiendo que no tenían nada en aquel momento y que necesitaban una canción. Para mi sorpresa, dijeron que no. Gladys les había anticipado que yo buscaba a alguien para grabar. Finalmente, Brian, Eddie y yo las convencimos de que este tema era su golpe salvador. Ya habíamos tenido éxitos en el Top 40 con Martha & the Vandellas, pero ellas no habían registrado nada significativo«, recordó Lamont, según el libro Chicken Soup For The Soul: The Story Behind The Song.
Meterse al estudio con The Supremes no fue sencillo. Dozier y Diana Ross, la voz principal de las chicas de altas pelucas y vestidos elegantes, tuvieron incontables fricciones hasta que un buen día el patrono de Motown, Berry Gordy Jr., se apersonó en el estudio para encararlos y exigirles cuentas. Luego pidió escuchar el track de la discordia y concluyó que éste tenía potencial de Top 10, pero no se acercaría a la cima. Más salomónico que preciso, su vaticinio calmó a los contrincantes y dispuso todo para que el sencillo se grabase el 8 de abril de 1964.
En el verano de ese año en que Ringo, Paul, John y George capitanearon la gran irrupción británica en América, «Where Did Our Love Go» llegó a lo más alto del Billboard Hot 100, triturando aquel imposible de que una cuadrilla de intérpretes negras se apoderara del chart concebido para artistas blancos. Pecho inflado y espalda erguida, Lamont paladeó la aclamación popular, en contraflujo a la abyección de Diana y al pasmo de Gladys. La primera buscaría un forma decorosa de reconocer su error de juicio y la segunda una amplia madriguera para hibernar ahí quinientos años. Aun así, ni el más optimista en el campamento Motown predijo que aquel hit sería el primero de doce números uno de The Supremes, convirtiendo al grupo en la barricada estadounidense más robusta frente a la acometida europea.
«‘Where Did Our Love Go’ se volvió un éxito mientras estábamos en la gira (Caravan of Stars). Viajábamos en autobús y no escuchábamos la radio. Cuando terminó el tour, nos llevaron a casa en avión, fuimos a Motown, pedimos nuestro dinero y nos dijeron: ‘¿Qué dinero? Las promovimos por nada’», reveló en 2014 Mary Wilson a Billboard. «Fue un logro individual, pero también un logro para los demás. Empezamos a recorrer el mundo y en cada país nos presentaron como las ‘Motown’s Supremes’».
Lamont Dozier escribió el título de la canción motivado por el reciente quebranto con una joven que añoraba un compromiso con él y no solo acostones impulsivos. El desaire del compositor, un mujeriego y fanático de los encuentros fortuitos, se transformó en poesía y detonó el hit monumental que envió a The Supremes más allá del sol, una vez que Gladys Horton, hablando de desaires, lo dejara escapar con el cándido y ponzoñoso… «Oh, cariño, nosotras no cantamos ese tipo de cosas».
«Baby, baby, where did our love go? And all your promises of a love forevermore!«
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