
En Top of the Pops se desparrama el regocijo en vivo y a través del televisor. Todos bailan, las bandas hacen playback alegre e impunemente para que nada salga mal y los chicuelos que han conseguido entrada al show sonríen hasta entumir las mejillas.
R.E.M. lo ha logrado. Tras casi una década de raspar la carretera y actuar en locales reducidos con sobrada actitud, están parados en el corazón musical de la BBC, en el programa donde confluyen altura y popularidad. Michael Stipe se ha colgado unas gafas oscuras y un traje gris de contador público que, combinado con su torso desnudo, le hace parecer un hombre que acaba de ser felizmente despedido. Trae también un copetón ad hoc con el look de los ochentas que en la siguiente década cercenará por completo para volverse uno de los calvos más magnéticos del rock noventero. Pero por lo pronto, acá está, en el caluroso junio de 1989, sacudiendo el cuadril con un altavoz inservible y haciendo mímica mientras retumba «Orange Crush», el galopante sencillo de su nuevo álbum Green.
En el fade out de la canción, el presentador Simon Parkin dice a la cámara… «¡Mmm, particularmente propicio para un día caluroso! Esto ha sido ‘Orange Crush’». Su alusión al refresco anaranjado más famoso de la década es un tropezón inocente, la muestra contundente de que lo que más importa es la función y no la trastienda. En Top of the Pops a nada se le escarba profundamente, y aún así, los nenes de R.E.M. llevan cinco minutos sobre las tablas, exponiendo en cadena nacional, entre vítores, bailongo y fish and chips, parte de las muchas tragedias de la guerra de Vietnam.
«Como sucede con la mayoría de nuestro repertorio, es una canción contra la guerra, pero expresado de manera sutil», reveló a Louder Sound el bajista del grupo, Mike Mills. «No había una señal clara de que fuese un gran tema de protesta, por lo que la mayoría de la gente lo escuchó y no se percató de que está directamente relacionado con el uso indiscriminado del Agente Naranja en la deforestación de Vietnam y el espantoso efecto que tuvo en la gente, desde soldados hasta civiles. Fue un veneno terrible que se utilizó sin medida y causó demasiado dolor. Ciertamente, hay sarcasmo en el sabor dulce de la bebida gaseosa frente a los horribles efectos de aquel químico. La yuxtaposición irónica de esos dos términos no fue accidental».
Entre 1962 y 1971 la selva de Vietnam fue rociada con millones de litros del herbicida contenido en barriles marcados con franjas color naranja, de ahí su nombre. Con este recurso, considerado uno de los químicos más tóxicos y dañinos en la historia, el ejército de Estados Unidos rasuró la vegetación en terreno enemigo para dejar al descubierto los escondites de la guerrilla, además de arrasar con los cultivos que los alimentaban. Todo esto llevó la pegatina de Operation Ranch Hand.
Más de medio siglo después, el saldo de los bombardeos naranjas no se ha cerrado. Con ligeras variaciones, los reportes rondan los tres millones de vietnamitas que hoy padecen los efectos perniciosos del defoliante, siendo los niños la población más azotada, con problemas congénitos, malformaciones, diabetes o cáncer.
«‘Orange Crush’ es un gran ejemplo de la genialidad de Michael como letrista. Su modo de componer no significaba que necesitabas descubrir lo que estaba diciendo, podías escuchar las canciones por pura diversión. Pero si querías cavar en ellas, siempre había algo bajo la superficie», ahondó Mills.
Y, sí, en pleno set de Top of the Pops, show diseñado para desparramar regocijo con luces neón, sonrisas adolescentes y el infalible playback, Michael roció una historia descarnada sobre devastación y muerte a largo plazo. Una tragedia cuyo color naranja, como el de aquel refresco, no se ha despintado.
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