
«Alguien ha estado circulando un correo electrónico afirmando que yo no escribí ‘Dust in the Wind’. Este reclamo es tan ridículo que ni siquiera merece que conteste. He lidiado con esta clase de cocodrilos durante años y se está volviendo un asunto tedioso«.
Así se defendió en Twitter, en marzo de 2019, Kerry Livgren, rubio esencial en la gorda bibliografía de la banda estadounidense Kansas y autor casi por accidente de aquella balada acústica que dio la vuelta al mundo en 1978 y en la que expuso que básicamente todos volveremos al polvo del cual salimos.
Canoso y bigotón, Kerry festejaba entonces setenta años y en su perfil social se definía, en estricto orden, como músico, profesor, piloto, granjero y papá. Cristiano confeso desde el final de los setentas, en 2015 se valió de la misma red social para anunciar con harto regocijo que había encontrado la guitarra en la que compuso el clásico del polvo y el viento, tras varios años de haberla extraviado. No era Katy Perry explicando el paso a paso de una coreografía ni Taylor Swift dando pistas virtuales de su nueva balada. Carente de grandes hordas de fanáticos en el «nuevo» siglo, Kerry cosechó sólo treinta retuiteos que confirmaron su escaso arraigo en un ecosistema muy lejano a sus viernes y sábados de gloria. Pero aún así, “siempre hay un follower”, y un rompebolas metichón respondió al mensaje de Kerry, solicitándole fotografías que probaran la autoría del single más allá de toda verborrea. El güero ignoró la provocación y la dejó secar en el timeline social.
En otras épocas, y sin caer en el sermón o en una variante de las hojas parroquiales, Livgren había explicado fondo y forma del tema vertebral del disco Point of Know Return que no por apacible deja de sentenciar con crudeza que somos, básicamente, lo mismo que un pino, un topo y un arrecife (“Nothing lasts forever, but the Earth and sky, it slips away, all your money won’t another minute buy…”.
“Es una canción un tanto triste. Hace tiempo leí un libro de poesía de indios americanos y me topé con una línea que rezaba… ‘Porque todo eso que somos es mero polvo en el viento’ y pensé… bueno, eso es verdad y aquí estoy yo, rodeado de todo este éxito, con muchas posesiones. Hay una serie de metas cumplidas en mi vida, pero al final volveré a la tierra. Ese es el mensaje detrás de la canción. Lo increíble es que mucha gente se identificó con estas ideas y ‘Dust in the Wind’ terminó en las listas de popularidad de varios países».
Especialmente exitosa en Estados Unidos y Canadá, la pieza cumbre de Kansas hubiese quedado en fantasía de no ser por la esposa de Kerry, quien una tarde vio a su querido matando la holgazanería y puliendo su punteo de guitarra. “Estaba meramente haciendo este ejercicio con los dedos para mejorar mi técnica, cuando mi mujer Vicci apareció y dijo… ‘Suena maravilloso. Tienes que hacer algo con eso’. Yo le respondí… ‘No, cariño, esto es solo un ejercicio. Por favor no me molestes’”.
Un tono de voz menos cordial de la dueña de la casa hizo reconsiderar a Kerry, quien al cabo de unos días deslizó la ocurrencia al resto de la banda, convencido de que sería rechazado por tratarse de un corte ajeno a la mística progresiva de Kansas. Sin embargo, sus cinco cómplices melenudos captaron que aquella maqueta no era una simple gota en un mar interminable. Bello y entrañable en voz de Steve Walsh, el single fascinó a los fans y resistió el correr de las décadas, los ventarrones y a esos escépticos del nuevo siglo, habituados a disparar municiones contra los viejos marineros, los sobrevivientes de los años en que irónicamente se podían escribir temas imperecederos acerca de un mundo finito.
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