La historia detrás de las más grandes canciones

Taylor Hawkins y ‘My Hero’

Entre la guitarra empuñada por el cantante con barbas de filisteo y la batería color marrón a cargo del chiquillo de dieciséis años vibra el bombo principal en color blanco con un ave negra en el centro que extiende las alas. Y frente a ambos, una multitud incalculable de hinchas, en su mayoría británicos, pasando su primer sábado de septiembre en Wembley, llorándole a Taylor Hawkins, muerto sin aviso medio año antes.

Como un padre adoptivo sobre las tablas, Dave Grohl guía y le marca el ritmo al joven bataco y éste aporrea sin piedad, jalando aire y dándole frentazos al viento londinense como si éste fuese culpable de algo. Apenas comienza «My Hero» y ya llegó la catarsis de la velada en memoria del rubio de la sonrisa inigualable, con Shane, el hijo de Taylor, ocupando el asiento de papá. Trae una playera negra desfajada, la típica para ir por un par de frituras a la tienda más cercana, y luce un colguije en el cuello y unas mejillas tan adolescentes y rojas como la Navidad cuando no ha transcurrido media canción.

Bendita inmadurez. Sus cabellos abultados van ad hoc con esa fase de la vida en la que la frente no se ve, las cejas son suaves, las desveladas no heredan fatiga, el pasado no deviene en conversaciones mafufas y el futuro no cosquillea cerca de las costillas. Esencialmente, todo se reduce a lo que pasará en las siguientes tres horas. Y como ello, «My Hero» muta en tiempo real, llenando a Wembley de un significado muy diferente al que tuvo veinticinco años atrás, al otro lado del Atlántico, en un continente distinto donde Grohl la escribió en el silencio del sótano de su casa, haciendo que muy pronto todos en Seattle creyeran que cada enunciado estaba dedicado a Kurt Cobain. Esos tiempos en los que era fácil ponerle la palabra «Nirvana» a una gran banderola y, así, completar un tributo para reparar lo irreparable.

Gema indispensable en el repertorio de los Foo Fighters, «My Hero» fue concebida como un tributo de guitarras sucias a los miles de héroes que nunca aparecerán en los noticiarios ni en los cómics, los que se zampan un hot-dog y hablan sin pose mientras lo mastican a un metro de distancia. Adalides sin mayores superpoderes que sus risas en martes y su candor en domingo. Protagonistas de proezas hormiga que poco se notan, héroes que nacen entre las sábanas y desfallecen de noche en el sillón de la sala de televisión.

«Los héroes son algo muy curioso. Cuando era joven, tenía posters de Kiss, escuchaba a Rush y pensaba que The Beatles eran unos magos. //Sin embargo, los verdaderos héroes en mi vida eran personas demasiado próximas a mí», declaró Grohl en 1996, un año antes de que la canción apareciera en la lista de tracks del segundo álbum de los Foo, The Colour and the Shape. “Pete Stahl, cantante de Scream, la banda donde estuve, fue uno de mis héroes. Tenía diecisiete años cuando salimos de tour y ese tipo me mostró una valentía increíble, así que para mí era un héroe. Y que digo de mi madre… es una santa que crió a dos niños sin dinero y se las arregló para construir una familia feliz, así que para mí es una heroína”.

La súbita muerte de Taylor Hawkins en Colombia reafirmó en 2022 aquella idea original de Grohl sobre el single y esa férrea defensa de que “My Hero” no se asociaba a gente distinta a la que se rasca la entrepierna frente a nuestros ojos. Ver a Shane golpear salvajemente la batería en Wembley en honor a su padre, en el lugar de su padre y con el vigor de su padre, lo coronó todo. Dave debía escribir esos versos para que más de dos décadas después su hijo, un chiquillo fragoroso y despeinado, rindiera el Nabor de los tributos al hombre de familia, al que vio cientos de veces nacer entre sábanas y lagañas por la mañana y desfallecer de noche durmiendo en el sillón, frente al televisor.

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