Los elegidos de Ziggy

Son las siete y media de la noche. Es 6 de julio de 1972. Metido en un traje ajustado, escamado y a todas luces incómodo, Ziggy Stardust adelanta dos pasitos hacia el micrófono y mientras la producción en el Centro de Televisión de la BBC le hace zoom out, alza el brazo y clava los ojos en la cámara como diciendo «No te alejes». Le apunta coqueto y canta “I had to phone someone, so I picked on you… you, you…”, y al jadear, mueve el índice de forma circular, como si le enterrara la uña al vacío y aumentara el diámetro de un agujero. Y ahí afuera, en los hogares de Reino Unido que tienen el aparato encendido, efervescencia y desconcierto.

¿A quién miró fijamente Ziggy?, ¿a quién eligió?

Entre quince millones de telespectadores, varios chiquillos quedan absortos con la escena, tiesos, congelados y haciéndose la misma pregunta. Johnny Marr con ocho años, Nick Rhodes con nueve, Dave Gahan con diez, George Alan O’Dowd (Boy George) con once, Siouxsie Sioux y Gary Kemp con doce, Steven Patrick Morrissey con trece, y Peter Murphy con catorce. Todos han presenciado en el programa Top of the Pops una revelación difícil de cuadrar y archivar. Lo que ha hecho el pintoresco Ziggy con el segundo verso de «Starman», su nuevo single, no les dejará dormir ni seguir viviendo como hasta esta tarde.

¿Quién es este espécimen que, guitarra azul al hombro, acaba de zarandearles la infancia con el mismo brío con el que The Beatles apabullaron una década antes a la audiencia estadounidense debutando en el show de Ed Sullivan? Es un flacucho de semblante ambiguo, extravagante, estrambótico y arrojado.

Es David Bowie… y no. Se trata de su primer gran alter ego, un personaje cuidadosamente labrado con brillantina y peinado mullet, un alienígena bisexual, andrógino, insumiso y mesiánico que junto a sus arañas marcianas, un puñado de músicos magistrales liderado por el guitarrista Mick Ronson, ha venido a avisar a la raza humana que le quedan cinco años de vida.

Con un puente en código morse calcado del «You Keep Me Hangin’ On» de The Supremes y un estribillo que siembra ganas de ir a cantarlo a la punta de un rascacielos, «Starman» es la gran banderola de un disco cuyo título es, acaso, el más arrollador en la historia del rock: The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars. Un proyecto que, por si no fuera suficientemente atrayente, hace un guiño a Jesucristo y a sus discípulos, con un mensaje de salvación derivado de la certeza de que el final está próximo, y con un recorrido por varias ciudades para propagar lo que haya que propagar en muy poco tiempo. Evangelizar a toda prisa, pues.

«Escribí ‘Starman’ en quince minutos. Usé todos los clichés que uno puede imaginar a partir de temáticas espaciales y de un ente interestelar”, explicaría en su tiempo Bowie.

«¡Era un sencillo obvio! Después de que David lo tocó por primera vez frente a nosotros, Mick Ronson y yo nos subimos al coche y de inmediato estábamos cantándolo sin parar», opinaría a su vez Woody Woodmanser, la araña marciana encargada de aporrear la batería.

La gira del excéntrico extraterrestre comienza en el Toby Hug, un tugurio del tamaño de una mandarina al que llegan sesenta personas más a beber que a aplaudir. Y culmina ciento noventa shows después, el 3 de julio de 1973, en un repleto Hammersmith Odeon que ya reconoce al músico como una estrella. Y es ahí donde a David se le ocurre «matar» a Ziggy, haciendo que éste sucumba devorado por el ego y la fama.

La intensidad en esta última parada es tal que de los minutos finales del concierto desprende lo que por décadas se convierte en una leyenda lasciva tan amarillista como fascinante: hordas de fans de Bowie no pueden sino rendirse a las repetidas insinuaciones de su ídolo a lo largo de la tocada y protagonizan pequeñas orgías antes de que se enciendan las luces. Con ese maquillaje que le hunde los ojos, esa voz desafinada y esa forma de agitar la cadera, Ziggy ha provocado calenturas siderales entre las butacas.

Terminado el tour, David ha cumplido su sueño y ha desperdigado fantasías por doquier. Su creación, su personaje y esa canción interestelar han calentado el cuerpo de miles y despertado la urgencia en una legión de escuintles por hacerse mayores en dos días y rockstars en uno. Rhodes, Marr, Sioux, Gahan, Kemp, todos ellos.

Esos que juran y perjuran que aquella noche de julio, Ziggy los miró fijamente desde el televisor, les apuntó con el índice y los eligió.

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