Para crear «All By Myself», el simple cortavenas que le convirtió en un astro con melena en 1975, Eric Carmen se inspiró en el segundo movimiento del Concierto para piano nº 2, opus 18 en C Menor que Sergei Rachmaninoff compuso setenta y cinco años antes.
«La realidad es que no hay tanto combustible en ser feliz como en sentirse miserable», declaró alguna vez Carmen, fanático absoluto del último de los autores románticos. «Sentirse miserable es un gran catalizador para escribir canciones. No dejo de sorprenderme con la cantidad de piezas maravillosas que Mozart compuso durante las etapas de gran felicidad en su vida. Su música refleja esa felicidad. Por otro lado, no puedo imaginarme a Rachmaninoff siendo feliz mientras escribía su segundo concierto para piano. No creo que la angustia en esas melodías hayan brotado de ratos de gran entusiasmo.»
La percepción de Carmen era correcta: antes de sentarse a componer aquella pieza pianística, su ídolo, nacido en Nóvgorod, Rusia, había permanecido hundido en una severa depresión luego de que su primera sinfonía, estrenada en 1897, fuese triturada por los críticos, expertos y público de San Petersburgo. Devastado y musicalmente anémico, Rachmaninoff pasó más de treinta meses en aislamiento, a merced de pensamientos suicidas cuya frecuencia lo orilló a ponerse en manos del psicoterapeuta Nikolai Dahl.
Las sesiones a puerta cerrada fueron doblemente fructíferas. Además de resolver la necesidad más apremiante, sembraron el enorme deseo de volver a componer en el genio del corte militar y las manos grandes. Con el ánimo restaurado, Sergei completó en 1901 su majestuoso concierto nº 2 que le mereció alabanzas y aplausos reivindicativos y cuyo Adagio sostenuto llenó a Carmen de inspiración siete décadas después. «Mientras hacía mi disco (debut en solitario tras abandonar a la banda Raspberries), escuchaba mucha de mi música preferida, es decir, Rachmaninoff. En ‘All By Myself’ incorporé como verso una melodía de su Segundo Concierto para piano», afirmó el músico de Cleveland a Gordon Pogoda en 1991. «Es una canción inmediatamente se te cuela en el corazón. Las letras son tan simples como pude hacerlas. A veces mis melodías son dramáticas a tal grado que si las letras cargan ese nivel de emotividad, acaba siendo algo exagerado.»
El canción debut de Eric como solista escaló al lugar dos del Billboard Hot 100 y al decimosegundo sitio en Reino Unido, pero la sonrisa del estadounidense se achicó cuando le informaron la obligación de ceder parte de las regalías. Había pecado de confiado, creyendo que la obra de su admirado Sergei era de dominio público y que, por ende, no caerían sobre él demandas por derechos de autor. La obra del ruso, sin embargo, permanecía protegida fuera de Estados Unidos.
El costo de inspiración: doce por ciento de lo ganado con la melancólica «All By Myself».
«When I was young, I never needed anyone, and making love was just for fun, those days are gone, living alone, I think of all the friends I’ve known…«
Opina en Radiolaria