Hay pocas canciones en la historia tan manoseadas como «The House of the Rising Sun». Y sin embargo escasean los valientes que se opongan a que semejante obra maestra quede ligada definitiva y eternamente a una banda que hizo su propia versión casi treinta años después de que Alan Lomax grabara las primeras maquetas de una pieza cuyos orígenes podrían situarse incluso en el siglo 19.
The Animals, la quinteta de Newcastle que se ganaba la vida haciendo covers blueseros muy chulos, no necesitó más que una toma para grabar la versión de versiones unos minutos antes del mediodía del 18 de mayo de 1964. Según Eric Burdon, el vocalista de la mirada maldosa, la sesión se realizó en un estudio subterráneo, frío y con una vibra similar a la de las catacumbas que durante la Segunda Guerra Mundial utilizó el mismísimo Winston Churchill para estirar grandes mapas y definir planes de combate. Una prueba de sonido y después cuatro minutos y medio soberbios durante los cuales, señalan algunos, los nenes casi se mandaron solos porque el productor Mickie Most no había llegado. De mayúscula autogestión debería calificarse la osadía porque ese one shot fue el que poco después logró quitar el campo de fuerza de The Beatles y bajarlos del pedestal.
No obstante lo terso de la historia, el asunto se enturbia con los dimes y diretes sobre el momento exacto en que el grupo británico supo de la existencia de «The House…». Sus propios integrantes contrapunteados. El guitarrista Hilton Valentine y el baterista John Steel siempre sostuvieron que la primera versión que escucharon fue la que Bob Dylan publicó en 1961, pero el empecinado Burdon ha replicado mil y una veces que mientras andaban de gira con Chuck Berry, se toparon con un artista folk de nombre Johnny Handle que los enamoró con esa fascinante secuencia de cuerdas de apertura. Ni duda hay de que la controversia continuará incluso después de que pasen a mejor vida los cinco animales originales.
Cadencioso como un péndulo, el rasgueo de guitarra eléctrica de Valentine no es únicamente un llamado reconocible para cualquier terrícola nacido en el siglo pasado; es a la vez el nacimiento del folk rock. Si se mira desde la parcela masculina, «The House of the Rising Sun» habla de un hombre esclavizado a la bebida y al juego en un sitio a media luz del que no puede escapar. Y desde la femenina, la «casa» refiere a un prostíbulo de Nueva Orléans que con todo su glamour y todo el sudor pecaminoso dio servicio entre 1862 y 1874. Esta segunda versión siempre le llenó más el ojo al incorregible Burdon. «En mi mente, esta casa era un refinado club para caballeros. Tenía que estar lleno de mujeres de diferentes colores, tamaños y formas. Una escalinata en espiral y un hombre negro tocando el piano. Debía tener tres pisos de altura y un olor a perfume barato», se figuró el cantante. «Odio la palabra ‘burdel’. En Londres algunas de mis mejores amigas eran prostitutas, así que siempre he tenido una debilidad por las damas de la noche, pero nunca, nunca he pagado por ello. Cada vez que canto esa canción, es como tener una pareja sexual perfecta.»
La versión de The Animals, un quinteto cuyos trajecitos y peinados no se alejaban tanto del impecable look beatle, fue arrolladora y en julio de 1964 le arrebató la cima a Roy Orbison en el Reino Unido y dos meses después hizo lo propio en Estados Unidos con las consentidas The Supremes. Nada mal para un himno sin acta de nacimiento, de autor anónimo y con decenas de historietas posibles.
«Oh mother tell your children, not to do what I have done, spend your lives in sin and misery… in the House of the Rising Sun…«
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