El 7 de junio de 2020 se convirtió en octogenario Tom Jones, el «Tigre galés», la bomba sexual, el donjuán habituado a descolgar de su nariz sostenes voladores sobre el escenario. Una de mil reacciones al estímulo que no ha mermado con el paso de las décadas.
Tener el ancho de espalda ideal, un vozarrón de seductor que va por todas, y esos ojos azul cristalino revoloteando ocho centímetros arriba de la sonrisa de dandy ha sido una paliza, un too much para las féminas, un hechizo de tal magnitud que la edad del grandulón no ha erosionado su encanto. Y a partir de ahí… la mar de anécdotas que se puedan citar alrededor del conquistador.
Apenas una de esas peripecias se dio hace no mucho en un pub de Dublín, donde Jones se topó con otro veterano que sabe mover sus fichas: Bono. Agradable y abundante en risas, la charla entre ambos consagrados avanzó hasta que el de Welsh preguntó al frontman de U2 si estaría dispuesto a componer un tema sobre su persona. «Bono me dijo… ‘De acuerdo, hablemos más…’ Era como si de pronto me estuviese entrevistando. Me dijo… ‘Háblame de ti, ¿qué significó crecer en Gales?, ¿qué te causaba interés?’ Nos sentamos a conversar durante un par de horas», reveló Tom. «Pocos meses después nos vimos en Londres y él ya tenía la canción escrita. Bono dijo… ‘Hay mucho de ti en las letras…’»
El resultado es «Sugar Daddy», corte inserto en el álbum 24 Hours que vio la luz en 2008 y que significó el retorno del galante hortera tras quince años de ausencia. Eso sí: el título descolocó a Jones, le causó tensión y le sembró dudas, le hizo creer que ante las mujeres podía quedar como un viejo fanfarrón, según declaró a Spinner en noviembre de aquel año: «Le pregunté… ‘¿Esa es la imagen que tienes de mí?’ Y Bono respondió… ‘Simplemente me gusta cómo suena sugar daddy‘ (…) Eres el único que tiene las bolas para cantar algo como esto…’Así que accedí.»
El batido de testosterona lo derrama Sir Thomas John Woodward desde los primerísimos instantes de la canción, donde se le puede imaginar sonriendo a sus anchas y dando latigazos con la cadera, su máxima cómplice que le hizo tener cientos de acostones en su historial amatorio: «I got male intuition, I got sexual ambition, I’m the last great tradition, let me state my position…» Y poquitito después, retumba la segunda carga de vanagloria con cuatro versos que bien podrían fungir como epitafio del artista que mejor ha lucido las camisas desabotonadas, los pantalones ajustados y los extravagantes e impecables zapatos de tacón caribeño: «I got no inhibition, I got all the ammunition, got the moves with precision, can’t you see my condition?»
Bastan tres minutos y medio de música sugestiva y alarde a granel para dejar en claro que aquella plática-entrevista de madrugada en Dublín revivió al tigre y le devolvió, al menos líricamente, su insignia de aventurero irreductible. Ahora, lejos de las épocas de la piel sin arrugas y de los innumerables escarceos y devaneos, Jones está rodeado de competidores juveniles y cercado por un ejército de casanovas sin canas, más frescos y con el don del flirteo digital y del coqueteo en forma de retuits. Así que vino como anillo al dedo el título de canción sugerido por Bono, ese que dotó a Tom de una nueva armadura, nueva táctica y nuevos targets.
De la nariz de este sugar daddy aún pueden colgar sostenes.
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