«Había mucha desinformación sobre la Guerra Fría y todos sabíamos que Londres era una ciudad susceptible de inundarse. Ella me dijo que escribiera algo sobre esto.»
Esta sugerencia es el origen de una de las canciones más importantes en la historia del rock: la abrasiva «London Calling». Se la hizo Gaby Salter a su entonces novio Joe Strummer, el cantante de mirada aflojerada, el futbolista a medias cuyo anhelo de jugar en la media creativa del Chelsea se estrelló en la barrera… y el líder de The Clash.
Clareaba una mañana de 1979 y a la parejita se le iban los minutos teorizando sobre las posibles formas de manifestación del Apocalipsis a bordo de un taxi que recorría Cheyne Walk, una de las calles principales de la capital inglesa. Gaby y Joe compartían un flat ubicado a pocos metros del Támesis y no tan lejos de Stamford Bridge, el estadio al que Strummer asistía los sábados para ubicarse en la tribuna Shed, entre skinheads y punks, y exigirle goles a Peter Osgood, patilludo símbolo de un Chelsea que en el final de la década enlodaba el prestigio en las cañerías de la Segunda División. Didier Drogba y Frank Lampard eran unos bebés con seis dientes. La gloria no asomaba por ningún lado.
La conversación en el taxi sobre el fin del mundo se mezcló con la referida propuesta de Gaby a Joe, inspirada en las muchas notas periodísticas que entonces resaltaban el enorme temor a un estallido atómico. Mucho abonaba a la histeria de la Inglaterra thatcheriana el mayor accidente nuclear en la historia de Estados Unidos, ocurrido en la central de Three Mile Island, Harrisburg, Pensilvania, en marzo de 1979.
Febril e inquieto, el nacido en Ankara mostró a los otros tres desarrapados de The Clash lo necesario para crear la canción pesimista por antonomasia, una gema que por primera vez en la carrera de la banda no tuviese la pegatina del punk callejero, sino el sello de un rock de gran altura, empapado incluso de ska y reggae, y, claro, una pieza emocional que desahogara esa vibra de futbolero disgustado por tanto tiro a gol errado. ¿Hay desdicha más grande que no mover las redes durante hora y media?
La rabia se siente desde el primer embate de guitarra de Mick Jones en «London Calling», single así titulado a razón de los boletines radiofónicos que informaban de los bombardeos alemanes sobre Londres en la Segunda Guerra Mundial.
«Joe hizo dos o tres borradores de letras que yo amplié hasta que la canción quedó como esta especie de advertencia acerca del fin de la vida cotidiana», contó Mick. «Teniendo completas las letras, quise plasmar en la música la urgencia de un reporte noticioso.»
En la ceremonia del Grammy 2003, pocas semanas después de la súbita muerte del cincuentón Strummer, un dream team del rock interpretó «London Calling» en el Madison Square Garden. Y mientras las guitarras rugían poderosas, en los rostros de Elvis Costello, Dave Grohl y Bruce Springsteen se proyectaba un rojo intenso, quemante y ondulante. Parecían tres hombres postrados a pocos metros de casas incendiándose, cual se hubiesen sido rafagueadas por aviones nazis.
Lejos de eso, se trataba sencillamente de un volcánico tributo al guerrillero caído de The Clash, el apuesto ex novio de Gaby y el furibundo hincha del Chelsea que se quedó tan solo a tres años de ver a Drogba y Lampard cambiar por completo la historia azul.
«London calling to the imitation zone, forget it, brother, you can go it alone, London calling to the zombies of death, quit holding out and draw another breath…»
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