Samba demoníaca

e3a8c0287730c36d0c18a6dae20c0635.jpg«Who killed Kennedy?«, cuestionaba Mick Jagger en la letra original de «Sympathy for the Devil». Sin embargo, justo en los días en que se grababa el disco Beggars Banquet, Robert, el hermano de John, fue asesinado en Los Angeles. Empeñado en metabolizar cada evento trascendente en aquellos meses de agitación internacional, el adorable y enjuto frontman de The Rolling Stones hizo un pequeño ajuste a su pregunta: «Who killed the Kennedys?»

Era puro caos. Y a tiempos de caos… letras de caos. Así lo explicaría décadas después el as de la guitarra y de los cigarrillos en el grupo, Keith Richards: «Cuando esa canción fue escrita, atravesábamos una época de confusión. Fue el primer momento de embrollo internacional desde la Segunda Guerra Mundial y la confusión no es precisamente aliada de la paz y del amor. Quieres creer que el mundo es perfecto, pero todos acaban siendo copados por esto.»

Abundan las conjeturas sobre los orígenes de la que, por principio de cuentas, es una de las escasas obras que no se repartió el binomio Jagger-Richards, aunque haya terminado firmándose así por rutina y por una simple sugerencia del segundo de modificar el ritmo de la composición.

En la más elemental justicia, «Sympathy for the Devil» hay que concedérsela enteramente a Mick, a sus influencias y experiencias. Ejemplo de ello es su entonces fascinación por la poesía de Charles Baudelaire, justo cuando acababa de celebrarse el centenario luctuoso del autor parisino. Y también lo que sucedió en compañía de su novia Marianne Faithfull. En plena madrugada, después de una maratónica función de sexo entre ambos, el flaco cantante dio un poco de tregua a la londinense y se entretuvo husmeando en la biblioteca de ésta. Ahí se topó con The Master and Margarita, célebre libro de Mikhail Bulgakov centrado en la figura de Lucifer, personaje que cautivó a Jagger de tal manera que le hizo retardar su regreso a la alcoba para una siguiente faena con Marianne.

El manuscrito que el rockstar desarrolló a partir de los textos del escritor ruso destaca los buenos modales y la enorme clase, sofisticación y manipulación del demonio, llamado en esta oportunidad Woland, quien con menuda habilidad se inmiscuye en los asuntos más relevantes de la Rusia de los zares, en la crucifixión de Cristo y en la Segunda Guerra Mundial. «Please allow me to introduce myself, I’m a man of wealth and taste…«, es la frase empapada en gentileza con la que zarpa la canción.

Enclaustrados en los estudios Olympic Sound de Londres y abrazados a la magia de la producción de Jimmy Miller, los Stones construyeron tramos y tramos de arte hasta que la pieza, inicialmente lenta e inserta en los oleajes folk de Bob Dylan, se transformó en un taquicárdico himno a ritmo de samba (sin ser puramente samba), carente de estribillo y más apabullante y magnético a cada segundo que pasa. No por nada Jagger ha parecido un ente electrocutado durante la invocación del diablo en directo. Un meneo de cadera que lleva a la dislocación, a un desgajamiento de los huesos.

«Es un ritmo primitivo africano, sudamericano, como lo quieras llamar. Por ende posee algo muy siniestro para los blancos. Pero, olvidando los colores culturales, es un buen vehículo para producir una pieza poderosa. Si hubiese sido balada, no habría sido tan buena», opinó Mick.

Si con el título de su álbum publicado apenas meses antes (Their Satanic Majesties Request) habían liberado gas frente a los círculos conservadores y religiosos, con la publicación oficial de «Sympathy por the Devil» como sencillo en 1968, Jagger y sus colegas prendieron la bengala.

Y… ¡boom!

Anuncio publicitario

Opina en Radiolaria

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: