RADIOLARIA

Todavía en noviembre de 2014 se estimaba que Gary Glitter, a sus 70 años, se embolsaba unos nada despreciables 227,000 euros anuales por el uso en diferentes competencias deportivas de su hit de 1972, «Rock And Roll Part II».

Sin embargo, las bendiciones empezaron a escasear tres meses después, cuando el británico fue hallado culpable de tener relaciones sexuales con una chiquilla de trece años y de intento de violación, además de otros cuatro cargos de agresión indecente colgados a su cuello.

Al momento de escuchar el fallo del juez Alistair McCreath, en el que se le obligaba a cumplir condena hasta los 86 años de edad (si es que el destino, la salud y los otros inquilinos se lo permitían), el septuagenario lucía muy distinto al estrambótico animador y abanderado del glam rock que había sido en sus años mancebos, cuando iniciaban los setentas y la conquista del mundo le quedaba a tiro de piedra.

A Gary todo le salió de maravilla -inclusive las fechorías y canalladas a escondidas con menores- a partir de que, de la mano del productor Mike Leander, compuso aquella melodía de celebración a la que se le unieron prácticamente todos los asistentes a los estadios, ya fuese con aplausos cimbrando al son de la batería o con chasquidos, chiflidos y coros de soporte al celebérrimo «Hey!«, el grito de los campeones que alentó a semidioses tan diversos como Dan Marino y Michael Jordan.

Sin embargo, cuando empezó a ventilarse el tétrico historial del londinense como pedófilo consumado, las principales ligas del deporte profesional de Estados Unidos actuaron de tajo y sin esperar el veredicto de los tribunales. La presunción fue razón suficiente para los dirigentes, quienes extirparon «Rock And Roll Part II» de sus partidos, certámenes y actos de premiación. Podría decirse que en 2007 acabaron de «desinfectar» las bocinas de los coliseos y recintos en Norteamérica, y ocho años después, cuando Glitter fue enviado finalmente a prisión, el caso dejó de tener resonancia y todo se guardó en el archivero.

Como sucede en las secuelas de las cintas de terror, en octubre de 2019 el monstruo escapó de la tumba y retornó. Bueno, no tal cual. Si bien el viejo Gary continuó recluido en el presidio de Wandsworth, Londres, uno de sus compañeros le hizo saber que allá afuera su gran himno volvía a sonar fuerte. Fortísimo.

En una escena pivote de Joker, cinta dirigida por Todd Phillips, el legendario personaje de la sonrisa de oreja a oreja, caracterizado por Joaquin Phoenix, aparece bailando al ritmo de la canción mientras baja las escalinatas húmedas de una callejuela, pintarrajeado, engominado y enfundado en su típico traje morado. Quedaría corto decir que se trata de un fragmento del filme que emociona y se incrusta en la memoria. Tal vez por ello la reacción de miles de usuarios e internautas confeccionó uno de esos fenómenos virales propios de la época. ¿La causa? Indignación y hasta preocupación colectiva por la posibilidad de que la gloriosa resurrección de «Rock And Roll Part II» implicase una cascada de privilegios financieros para un pedófilo convicto.

Pronto, The New York Times echó la cobija sobre las llamas, aseverando que Glitter no recibiría regalía alguna por el uso de su canción en la película, mientras que Los Angeles Times confirmó esto en una entrevista con un portavoz de Snapper Music, compañía que ostenta los derechos del corte: «Gary Glitter no recibirá pago. No tenemos contacto con él.»

Tal ruidero, tal morbo y tal cantidad de planas dedicadas a su cuenta bancaria sólo podrían ser provocados por un hombre polémico de punta a punta, con un pasado tan escabroso como abominable. Un retorcido sinvergüenza. Un viejo Guasón del rock.