Enloqueciendo a América

fine-young-cannibals-4_v1000.jpgEl álbum se llamaba The Raw & the Cooked, era el segundo trabajo de Fine Young Cannibals y contenía un tema candidato al trono de 1989: «She Drives Me Crazy».

El frontman Roland Gift lo interpretó como si su lengua fuera de terciopelo. Lo susurró, manipuló los agudos y solamente el contagioso estribillo hizo de su voz un puño tembloroso porque así tenía que ser. En todo momento la pieza sonó fabulosamente bien y por eso no fue sorpresa que se volviera el bombazo del año, asegurándose la cima en Estados Unidos como digno ejemplar de las llamadas «canciones gusano». En la portada de la Rolling Stone flotó el inescrutable rostro de Roland a página completa con el titular «Driving America Crazy» y el semanario neoyorquino The Village Voice hizo lo propio con «He Drives Us Crazy«, condensando en el cantante de rasgos multiraciales los conceptos de sexo, raza y rock.

Si los dividendos del hit fueron estupendos, su manufactura no lo fue tanto. El productor David Z, recibió «She Drives Me Crazy» en fase larva y con un título que tenía el impacto de una soda sin gas: «She’s my Baby».

«Les llamé y dije que me encantaba la melodía y que podía crear una base rítmica para ésta. Me contestaron que estaban dispuestos a desecharla, pero yo quería hacer el intento», confesó el también ingeniero.

Además de ajustar otras tuercas, los FYC rehicieron las letras y modificaron el nombre del sencillo.

«‘She’s my Baby’ era una especie de sentimiento nebuloso que no llevaba a ningún lado. ‘She Drives Me Crazy’ tiene algo que hace que todo el mundo lo haya pronunciado al menos una vez en la vida con cierta convicción», opinó David Z, cuyas ideas derivaron en un clásico de época bien posicionado gracias a los falsetes de Gift y las guitarras de Andy Cox que maridaban mejor de lo presupuestado con la alfombra rítmica.

Sin embargo, el cambio que trajo oro y garantizó ventas millonarias para la tercia de Birmingham fue la interpretación de Roland. Esa suavidad incapaz de ahuyentar a un colibrí dejó boquiabierta a la audiencia norteamericana, aunque a la vez trajo consigo la única piedra que la prensa amarillista intentó arrojar a los Cannibals: el rumor de que el vocalista, seleccionado por la revista People como uno de los 50 hombres más guapos del mundo, era homosexual. La forma de cantar del moreno los hacía dudar. Y otras patrañas del estilo.

La repentina disolución de Fine Young Cannibals no provino de esta clase de infundios, sino de la voracidad de su disquera que les exigió superar lo logrado con el álbum previo. Lo típico. Roland declaró que esto introdujo suficiente veneno en el torrente sanguíneo de la banda y ahí la fiesta se acabó.

Veinticinco años después, el cantante atendió a la reportera Victoria Welton en los camerinos de un festival europeo al que fue invitado como solista. Una pregunta encendió la máquina del tiempo con el fin de que Gift eligiera y sacara del viejo baúl la pieza que jamás pensó que gustara tanto a los fans de FYC: «Diría que ‘She Drives Me Crazy’ porque se la mostramos a la disquera y ellos respondieron con un pálido ‘Sí, suena bien, es un buen adobo para el álbum…’»

Dejando muda a la joven periodista, Roland se despidió y salió a cantar escoltado tan solo por su solemnidad seductora y su voz de terciopelo. Y a muchos puso locos.

«I can’t get any rest, people say I’m obsessed, everything you say is lies, but to me that’s no surprise, what I had for you was true, things go wrong, they always do…»

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