«You call me a fool, you say it’s a crazy scheme, this one’s for real, I already bought the dream…«
Hubo siempre una espesa calina envolviendo al «Deacon Blues» de Steely Dan que complicó zambullirse en los versos de aquel fastuoso single lanzado en marzo de 1978. Y con ello, fue igualmente difícil asegurar (por un tiempo) si en tales líricos habían quedado retratadas las inquietudes personales de sus creadores, Donald Fagen y Walter Becker.
Con finísimas fibras y una producción donde el perfeccionismo en las tandas de grabación era tan habitual como el sol que entibiaba las paredes de los estudios The Village en Los Angeles, la canción del álbum Aja voló muy alto y se convirtió en el quinto sencillo de la banda californiana en penetrar los primeros veinte puestos del Billboard. Pero también sirvió para hundir una tachuela en el corcho de su vasto catálogo, permitiendo a los quisquillosos Donald y Walter recordar por siempre sus cosquillas de entonces, en el tiempo en que se acercaban a los 30. Ser portentos de la técnica no los ponía a salvo de los remolinos de la juventud.
«Podría ser lo más cercano a una canción autobiográfica», declaró Fagen en el Classic Albums que el canal VH1 dedicó a una exhaustiva disección de Aja. «Nosotros fuimos chavales creciendo en los suburbios. De cierto modo ambos teníamos esta sensación de alienación y, como le sucedió a muchos chicos en los años 50, buscábamos alguna cultura alterna, escapar a este entorno. ‘Deacon Blues’ era un ejemplo sincero de esto.»
Amalgamadas al saxofón de Pete Christlieb, la inmaculada guitarra del arreglista Larry Carlton y un bajo sutil y apenas flotante, las letras ciertamente escudriñan en las pretensiones de un hombre que, padeciendo la crisis de la mediana edad, añora librarse de sus más duros grilletes, se plantea aprender a tocar saxofón para sumergirse en exquisitas veladas de jazz a deshoras y, de ahí en adelante, seguir encadenando experiencias locochonas hasta el final de sus días. Tantas cornadas le ha pegado el aburrimiento que es momento de aprovechar esta ansiedad vital y abandonar los atorones.
«El protagonista en ‘Deacon Blues’ es un perdedor por partida triple. No se trata tanto de un chico que alcanza sus sueños, sino del sueño roto de un hombre roto… viviendo una vida rota», afirmó Becker en una entrevista que le dio al Wall Street Journal en 2015.
Aprovechando la fluida conversación con el rotativo estadounidense, el músico admitió que aquella satírica y existencialista composición de finales de los setentas era, si no su «esposa musical», sí el equivalente al amor de su vida. Como aquella chica que a los ojos de uno es perfecta y carece de vicios relevantes: «Era especial para mí. Es el único caso en que me recuerdo estar metido en la mezcla durante todo el día y, al quedar finalmente lista, querer escucharla una y otra y otra vez.»
Sólo se habla así de lo que es grandiosamente arrebatador. De lo que se experimenta una vez y se recuerda todos los días… hasta el último.
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