Depredador

«Había un anuncio impreso que decía ‘Fue solamente nuestra primera vez’, dando a entender que entre nosotras había algo más que ser simplemente hermanas…»

El recuerdo de Nancy Wilson con respecto a un anuncio pagado por la discográfica canadiense Mushroom en el que ella y su hermana Ann aparecían hombro con hombro -habían sido convenientemente cropeadas para hacer creer que carecían de tops- permaneció fresco por décadas, efecto habitual en una experiencia de tintes traumáticos.

Si ya de por sí en los años 70 tener a una mujer como vocalista de una banda de rock levantaba cotilleo, ahora la nota la daba el rumor alrededor de las hermanas, quienes encabezaban el sexteto Heart pese a los que las visualizaban como integrantes ornamentales.

«A ojos de los ejecutivos de Mushroom aquello fue una graciosa maniobra de ventas, pero Nancy y yo, criadas por una madre feminista, nos sentimos violadas. Los tabloides de supermercado siempre fueron tóxicos y mal vistos en casa. Nos sentimos ofendidas», recapituló Ann en 2019 ante The Wall Street Journal. «En esa foto con los hombros desnudos mostrábamos que las hermanas podíamos ser amigas. En cambio, nos convirtieron en objetos de lo barato.»

El acabose llegó poco después de publicarse la inserción. En el área de camerinos de un recital en Detroit, la cantante fue abordada por un promotor, quien sin mucho tapujo le preguntó por su «amante».

La insinuación de incesto y lesbianismo hizo de Ann la versión humana del Krakatoa y con las venitas saltadas en la sien, se dirigió al hotel Pontchartrain, se encerró en su habitación y derramó bilis en forma de poesía. Pasados unos minutos había nacido «Barracuda», un galopante y furibundo tema que, dada la frustración incrustada en su origen, no tuvo cabida en los archivos del hard rock, sino en las hojas garabateadas del género que mejor desahoga cualquier chasco: el heavy metal.

«Aquel episodio nos sacó de quicio. Iba en contra de todo lo que nosotras intentábamos iniciar. Nuestra primera vez (en la Rolling Stone) tuvo una implicación lasciva», declaró la mayor de las Wilson a la propia revista cuatro décadas después, cuando el remolino del movimiento #MeToo arrasaba en tiempo presente y en modo retroactivo. «Esas letras fueron extraídas de mi verdadera naturaleza, de mi ira auténtica. Espero que la canción ahora sea útil para que todas las mujeres sepan qué hacer y qué no hacer.»

Elegir al animalito perfecto para las analogías relativas al sexismo enquistado en la industria de la música tuvo su chiste. Ann pensó en un tigre, después en un lagarto y luego imaginó una serpiente, pero el aspecto del temible habitante del mar le pareció más repugnante y, por ende, ideal. «Es un pez viscoso sin moral alguna que siempre acecha y espera a su presa», dijo. Detrás de la doncella asomaba la fiera.

Fundidas las letras con el icónico riff de Roger Fisher, el primer sencillo del álbum de 1977, Little Queen, atacó velozmente los charts cual barracuda lanzado por su alimento con la dentadura expuesta. Pronto obtuvo el apellido de clásico y 36 abriles después sonó como tema estelar en la gala de inducción de Heart al Salón de la Fama del Rock. Tres intrusos se unieron al grupo para subir los decibeles y declarar la victoria de las Wilson sobre el mayor depredador del hard rock y el metal. Se identificaron como Mike McCready, Jerry Cantrell y Chris Cornell, titanes del grunge de Seattle. O sea, sus vecinos y herederos.

«All that night and all the next, swam without looking back, made for the western pools, silly fools!»

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