El 10 de mayo de 1993 cae en lunes. Y es el momento en que Kravitz declara cambio de frecuencia. Despega el pie del acelerador y deja de zarandear sus rastas.
Ya pasaron casi tres meses desde del lanzamiento de «Are You Gonna Go My Way», furiosa y rockerísima primera apuesta de promoción del álbum del mismo nombre cuyo video ha sido rociado por MTV con la frecuencia e intensidad con la que un apóstol esmerado difunde un evangelio. Y cumplido el objetivo, Lenny modifica el script, pone todo a media luz, cambia de guitarra, se descuelga la eléctrica y coge la de palisandro, serena la pupila, muestra el gesto de los chavales bonachones que traen ganas de manifestar una buena nueva y se vuelve filosófico, ontológico, cósmico. Hasta redentor en una de esas.
Es el lunes en que publica «Believe», una ondulante balada infestada de misticismo, reflexiones y hasta soluciones, con una primera mitad emperifollada en versos adoctrinadores resueltos por la magnífica voz del neoyorquino y un catártico remate en el que el solo de guitarra del flaco Craig Ross, el de la inolvidable pelambrera de campeonato, nos avienta fuera de este mundo.
Kravitz tardará 25 años en confesar en un recuento de la revista Rolling Stone que destaca sus composiciones mejor logradas, que la lírica de este single aglomera sus orígenes y apila pedazos de su infancia, aun cuando el respectivo video no lo manifieste directamente y, contrario a ello, lo exhiba como un bizarro astronauta de traje rojo, muy a la 2001: A Space Odyssey.
«Es una canción que representa la manera en que fui criado y lo que me enseñó mi abuelo materno con respecto a las creencias. Él me dijo que todo lo que se pudiera pintar en mi mente era algo que yo podía alcanzar», dijo Lenny ya con arrugas de cincuentón. «Todo inicia con una creencia y con fe. Yo fui educado como cristiano, pero mi padre era judío, así que me encontraba en medio de eso. Por tanto, esa canción representa el lugar del cual provengo y mi forma de pensar.»
Décadas después no queda una sombra de duda de que dentro del extenso y prolijo inventario del morenazo «Believe» tiene importancia de vena yugular. Porque, superadas varias capas de tiempo, mantiene el repelente a simplezas huecas y aún acarrea un ritual cuando en las primeras notas el rockstar repasa una suerte de credo y pregunta a sus miles de fieles «Do you believe?«. Y casi siempre recolecta aprobación en forma de alaridos y confirmación a través de cánticos al unísono, mientras el muy descarado se contonea y usa la cadera y dos que tres bailecitos candentes para echarle picante al vergel sonoro en honor al de arriba, al gran depositario de su fe.
«Los talentos de uno provienen de Dios. Para mí la espiritualidad es muy importante, especialmente en este mundo, donde las cosas son temporales», mencionaba a la BBC Ozone con un colguije enganchado a su fosa nasal y una perlita picoteándole el tabique.
Así, justo antes de estrenarse como treintón, hizo corte de caja este alumno avezado y curtido entre las sinfonías satinadas de Gustav Mahler (que interpretó de chico en el coro California Boys) y los guitarrazos de almas libres y narcóticas como Jimi Hendrix y los Led Zeppelin. Nada de cultura basura. Vasta currícula que derivó en mestizaje. Por eso no sorprendió un tema de tal estatura. Interestelar, hipnotizador, cinematográfico.
«The Son of God is in your face, offering us eternal grace. If you want it you’ve got to believe, ‘cause being free is just a state of mind…»
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