El romance y el sufrimiento viajan apiñados, mejilla con mejilla, apretujándose como dos estampillas, incomodándose el uno al otro y a veces haciéndose un guiño ante la desventura. Y si esto es una irremediable máxima de la vida, ¿por qué no convertirla en la canción insignia de un álbum de rock?
A Luke Pritchard, carismático líder y mente maestra de los británicos The Kooks, le zumbaban sobre la cabeza tan agridulces ideas desde 2009, y un año después se convenció finalmente de tomar papel y pluma y edificar «Junk of the Heart (Happy)», tema edulcorado que, ya de paso, sirvió para bautizar su entonces nueva jugada discográfica y hasta fue promocionado como uno de los sencillos de la placa. Específicamente, el segundo.
«Incluso antes de que fuéramos a grabar, deseaba nombrar al álbum así. Tiene sentido. Las canciones, en cuanto a laberintos líricos, se refieren al equipaje, a ese desperdicio con el cual carga el corazón. Me obsesioné mucho con la relación entre el dolor y el amor, así como con el hecho de que uno no puede poseer una cosa sin la otra. En una frase ‘Junk of the Heart’ representa eso para mí», aceptaba el frontman del cutis de bebé y los cabellos desobedientes para las páginas de SPIN en 2011, año en que fue puesto en órbita el álbum, tercero en la carrera de los chicos de Brighton.
Pritchard decidió que esta composición, tan piadosa para los estándares del mainstream y especial para él desde antes de quebrar el cascarón, fuera catada en directo por vez primera el 18 de noviembre de 2010, como parte de un evento altruista al interior de la gótica Union Chapel de Londres. Los pocos testigos respondieron calurosos y cordiales y el rockero se abrazó al momento con una sonrisota como bandera. A partir de ahí, entre shows televisivos, tocadas acústicas, sesiones especiales, grandes festivales y recitales de giras propias, «Junk of the Heart (Happy)» maduró como una de las fundamentales del repertorio de The Kooks, con todo y que jamás se aproximó a la sala de trofeos y gemas del indie británico en tal década. Ni cerca.
Difícil de definir con precisión en cuanto a sonido, porque no era visceral ni tampoco melancólica, sino todo lo contrario -amamos este término vaporoso que explica nada, pero se escucha interesante-, la pieza surge por principio de cuentas de un Pritchard que en aquellos tiempos se fumaba por los oídos todo lo que producía Air, la magnífica banda francesa integrada por Nicolas Godin y Jean-Benoît Dunckel que tenía poco de haber editado su disco Love 2: «Los sintetizadores de ‘Junk of the Heart’ emanan de esa añoranza por la vibra extraña y nostálgica del disco de Air. Para este álbum, quise repensar todo y hacerlo realmente moderno.»
Y los deseos de Luke no fueron órdenes, pero casi.
Transcurrieron cinco años de la publicación del sencillo y The Kooks llevó sus guitarras a Sudamérica para engrosar una edición más del festival Lollapalooza en Santiago de Chile. Ahí, la canción sonó recia, tapó todos los boquetes de expectativa y fue capaz de colar avalanchas de felicidad entre los jóvenes andinos a 12,000 kilómetros de Reino Unido. Del presunto chicle amor-dolor de las letras salió algo mínimamente positivo y suficientemente embaucador para trascender en el contexto del rock descolocado de esos tiempos. Nada de basura. Hubo magia por ahí.
«Still I notice nothing makes you shatter no no, you’re a lover of the wild and a joker of the heart, but are you mine?»
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