Se llama Siedah Garrett y en 1986, con 28 años, no había escrito una sola canción.
Pero su big bang ocurrió cuando Quincy Jones, el reputado productor de Michael Jackson, la sentó junto a siete personas en lo que terminó siendo una suerte de cónclave para hablar de un caso digno de desatornillarle el cerebro a cualquier mortal: el Rey del Pop necesitaba una canción para completar la listilla de temas de su álbum Bad.
¡Oh, Dios! Con la ansiedad llegando a niveles de cafetera gorgoteante, Siedah se reunió con uno de sus más fieles cómplices, el compositor Glen Ballard, y le habló de la encomienda que podía resetear sus vidas, según refirió ella misma en Chicken Soup for the Soul: «Revisé mi libretilla de versos y de pronto saltó la frase ‘Man in the Mirror’. Canté el comienzo del primer verso y todo se fue dando tanto que no pude escribir tan de prisa. Hacer las letras me frenó un poco, a pesar de que escribía como si estuviese en un trance frenético. Para el final de la tarde, ambos teníamos un verso y el estribillo. Sabía que era la oportunidad de decirle algo importante al mundo porque todos escucharían a Michael.»
Dos días después, el remolino había traído efectos y la maqueta de la canción estaba terminada. Garrett quiso mantener la flama y se las ingenió para entregar la cinta a Quincy sin importar que fuese sagrado fin de semana. Esperar al lunes equivalía a perder la sazón y al cabo de dos horas, la llamada de éste, embebido en completa fascinación, llegó. Y una semana después, la voz de Jackson, sí, de ese Jackson, la escucharía la joven al otro lado del auricular. Sonaba ligerita, cordial. «Mis pensamientos pegaron de gritos, pero me mantuve a raya y pude acabar la conversación. Entendí lo que él pretendía, pero yo no deseaba que fuera una canción escrita por él, así que compuse seis puentes para que eligiera… y así lo hizo. Los planetas se alinearon», dijo la letrista.
Siedah no únicamente logró que su nombre y apellido fueran cincelados en los créditos de un tema del soberano del pop, también fue requerida para cantar el estribillo a su lado -Michael le obsequió la mayor alabanza cuando le dijo que quería cantar como ella-. Y ya, para terminar loca de atar, le pidió acompañarlo en el agotador Bad World Tour durante 15 meses. A caerse de nervios compartiendo el entarimado.
Justo en un ensayo de la gira, Jackson fue entrevistado por Darryl Dennard, quien le confesó que «Man in the Mirror», el quinto sencillo de Bad que llegó al tope del Billboard Hot 100, era su corte preferido. El Rey del Pop aventó una sonrisa y admitió que las letras recolectaban su filosofía: «La gente no se mira a sí misma de forma honesta. No se miran a sí mismos ni se señalan a sí mismos, siempre es culpa del otro. Debes cambiar, analizarte, hacer de ti una mejor persona.»
Dennard agarró el balón de aire y preguntó al artista si era feliz con lo que encontraba en el espejo. «Nunca estoy del todo satisfecho. Siempre deseo que el mundo sea un lugar mejor. Con suerte, eso es lo que hago con mi música: aportar felicidad a la gente y traer alegría y paz a sus vidas», respondió Michael.
A metros de ahí, la orgullosa Siedah alistaba la garganta en un camerino. El espejo la proyectaba sonriente, boyante, esponjada.
«I’ve been a victim of a selfish kind of love, it’s time that I realize that there are some with no home, not a nickel to loan…»
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