¡Para!

stop.pngCuestión a tomar en cuenta es que en 1965 Lamont Dozier era un ojoalegre consumado, un imán de mujeres. Y este detalle de uno de los tres grandes virtuosos de la gran fábrica de éxitos, Motown, propició indirectamente que The Supremes, banda estadounidense encabezada por Diana Ross, adhiriera a su cancionero un monstruoso clásico llamado «Stop! In The Name of Love».

«La canción salió de una discusión que tuve con mi novia durante una noche. Estaba demasiado encendida porque yo, en aquel tiempo, era el hombre de las chicas y me la había vivido engañándola», reveló el compositor en una conversación con el periódico The Guardian. «Así que ella se empeñó en despedirse y en abalanzarse sobre mí hasta que grité: ‘¡Para… en nombre del amor!’ Tan pronto lo dije, retumbó una caja registradora en mi cabeza, lo que me hizo reir. Mi novia no le vio lo divertido y rompimos.»

El relato de Dozier, carente de vergüenza y sonrojo, mantuvo por años la risa impregnada casi en cada entrevista que éste concedió. Mucho después se supo que el incidente tuvo tintes más telenovelescos de lo inicialmente planteado, como el hecho de que el incauto de plano fue sorprendido con su amante en un hotel de paredes mudas. Y cumplía, además, con el cliché del golpeteo rabioso en la puerta por parte de la engañada, mientras la tercera se hacía invertebrada con tal de escapar por la ventanilla del baño.

«Ya sabes: los hombres siempre seremos hombres. Entendámoslo de esa manera», era la justificación mañosamente antropológica del nacido en Detroit, quien más bien se tropezaba con el cinismo y con esa entera franqueza que a veces brota de un pasado de mil caricias.

Como si se hubiese entendido como una epifanía, el naufragio del romance con aquella desafortunada fue colgado directamente en el título del single. Y apenas horas después del episodio, los cómplices de Lamont en Motown, los hermanos Brian y Eddie Holland, hicieron su parte: «Brian ya estaba componiendo y yo llegué a dar el título (…) Combinaba muy bien con ese riff inicial. Después se lo pasamos a Eddie y éste concretó una letra fantástica. Creo que al final es una de las grandes entregas de Eddie.»

Cuando inicia la pieza, lanzada como sencillo en febrero de 1965, las portentosas y perfectamente coordinadas voces de Florence Ballard, Mary Wilson y Diana Ross parecen sepultar el turbulento germen de la misma. Y mucho de ello es reflejo de la naturaleza de The Supremes, proyecto pop soul concebido para irradiar encanto, elegancia, cadencia, estabilidad. Había que amarrar entonces su cántico a una imagen de glamour y a una impecable coreografía en la que incluso esa orden entre la ofendida y el infiel de parar en seco la airada discusión se mostrara sin el sobresalto propio del incidente en el motel. Dar una cara al exterior y azucarar el ojo a toda costa fueron premisas del evangelio Motown, especialmente en aquellos meses en los cuales había que contrarrestar sí o sí el músculo de la beatlemanía.

Por cierto, a pesar de tanta turbulencia, la aludida decidió volver a los brazos de Lamont curiosamente después de que la canción se convirtió en un suceso internacional y logró el número uno del Billboard Hot 100. Sin embargo, como es bien sabido, las segundas partes…

«I’ve tried so hard, hard to be patient, hoping you’d stop this infatuation, but each time you are together, I’m so afraid I’ll be losing you forever…»

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