RADIOLARIA

«Necesito a todos con su dedo medio en el aire. ¡Llegó el momento de su nuevo himno nacional!».

No falla. Así ha presentado Corey Taylor desde 1999 el clásico «Surfacing» en los violentos y coloridos conciertos de Slipknot. Ira total. Liberación. Vehemencia. Es, quizá, la pieza con la cual la rabiosa hermandad de Des Moines taladra más intensamente las sienes.

Las letras de este aplastante himno, al que muchos medios de corte metalero colocan como el mayor legado de la agrupación, huelen a individualismo en el estribillo en el que luce y retumba el bramido gutural de Taylor.

«Fuck it all, fuck this world, fuck everything that you stand for, don’t belong, don’t exist, don’t give a shit, don’t ever judge me!»

En palabras de Paul Gray, cofundador del grupo que falleció en 2010 por una supuesta sobredosis de morfina, la brutalidad de «Surfacing» alienta precisamente a los jóvenes a mimarse a sí mismos… sin importar un carajo el exterior.

«Es nuestra manera de decir ‘No te preocupes por nadie más, solamente por ti, no te aflijas por los juicios de la gente que está cerca de ti y por toda esa basura falsa, aférrate a tus creencias’», explicó el bajista en su momento.

«Es una de las canciones que desata todo. Fue una de las primeras que escribimos», dijo por su parte el ex baterista del grupo, Joey Jordison, a Music Radar.

Aunque no de ley, esta feroz composición suele ser el punto final de los recitales de Slipknot, y es, sin duda, 100% un recurso efectivo para saciar la sed de los feligreses que miran en estos hombrecillos que habitan debajo de máscaras demoníacas auténticos animalejos de destrucción y desahogo.

No es para menos. Es una máquina que no puede ser detenida y que pisotea a quien se le ponga enfrente. Porque poco importa lo que diga el mundo de mierda.