«Es, en sí, la identidad de la banda».
Así resumía Chester Bennington a menudo el espíritu de «Papercut», intenso, emocional y rabioso tercer sencillo del álbum debut de Linkin Park, Hybrid Theory.
No le faltaba razón si partimos de lo que abanderaba la pandilla californiana de Agoura Hills. Esa operación matemática en la cual, si uno combinaba el hip hop con el hard rock, obtenía el nu metal.
«Tiene todo. Es pesada, es musical, es melódica, posee cambios interesantes, incluye un sinfín de estilos. Frecuentemente esa canción ha sido mi favorita», reveló en su momento el atormentado músico que en julio de 2017 se ahorcó en su casa de Los Angeles.
Exactamente dos semanas antes de su muerte, Bennington interpretó por última vez «Papercut» en la Barclaycard Arena de Birmingham, como parte del todavía naciente One More Light Tour. Fue la penúltima canción de un largo recital de 26 temas con el que se cumplió la vigesimosegunda noche de una gira que este hombre concebía silenciosamente como despedida.
Las reseñas del show fueron, casi en su totalidad, elogios para un Chester que jamás dejó el rugido en el camerino y que, no por nada, impulsó a Linkin Park a ventas de casi 70 millones de discos en 21 años de carrera.
Todavía en la semana en que se acumularon lamentos y cientos de textos alrededor del hombre que reveló ser víctima de abuso sexual durante gran parte de su infancia, el periodista del diario The Guardian, Ben Beaumont-Thomas, redactó su propia visión y versión de Bennington. Le adjudicó ruptura en muchos sentidos y le concedió el don de calmar, con sus muchas letras, la angustia de millones de jóvenes disco tras disco. Dibujó explicaciones al respecto a través de clásicos del grupo como «One Step Closer» y «Numb», pero al momento de referirse a «Papercut», calificó las notas sin mesura: «obra de arte».
Y en el desenlace, tomando una frase de la canción que tanto gusta a los fans de Linkin, fue letal al abordar los demonios del artista que quiso congelarse para siempre a los 41 años: «Esas letras de ‘Papercut’ (‘It’s like I can’t stop what I’m hearing within’) son ahora extremadamente conmovedoras».
Cierto. La composición preferida de Chester parecía una premonición o, al menos, una pintura fiel. Un hombre que nunca pudo ser domesticado… con una vocecita interior incontenible, feroz, letal, fatal.
«It’s like I’m paranoid lookin’ over my back, it’s like a whirlwind inside of my head…»
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