Dos arponazos fueron el precio que pagó Vanilla Ice por culpa de «Ice Ice Baby», maqueta que evolucionó meteóricamente a partir de un sampleo del clásico de Queen y David Bowie, «Under Pressure», y que una vez pulida le hizo ingresar millones de dólares en los albores de los años 90.
El primer venablo fue disparado por Brian May, guitarrista del cuarteto londinense, justo después de escuchar en una discoteca de Alemania la base rítmica de «Under Pressure», pero con arreglos cien por ciento diferentes, letras ajenas y voz de un chamaquito campeón en el arte de la rima rápida. Fúrico, May preguntó al DJ qué diablos era eso. Éste lo miró asombrado por desconocer el tema del año, el indiscutible number one en Estados Unidos.
Vanilla recibió una advertencia de los representantes de Queen y Bowie en la que exigían acreditar a sus clientes la mayor parte de la autoría de «Ice Ice Baby» o sufrir las consecuencias. Inexperto, el estadounidense no pudo armar una defensa maciza y acabó pagando cuatro millones de dólares. Apenas pudo usar a la prensa para patear el mar. «El rap es sampleo y la gente que no entiende el rap dice que uno toma algo prestado o lo roba. Todo rapero grande en el mundo samplea música. Yo sumé cinco discos de platino y por eso me persiguen. Todo lo que ellos (Bowie y Queen) deseaban era crédito y eso se cumplió», dijo. «No he hablado con Queen porque no hay caso, es un sampleo, pero es mi canción, yo la escribí y la produje», añadió el bailarín del copetón tieso, arguyendo que había creado las letras a los dieciséis años, tras atestiguar un tiroteo en Florida.
El segundo dardo fue obra de Suge Knight, mandamás del sello Death Row Records, quien obligó a Vanilla a firmar su renuncia a los derechos de la composición de una forma adrenalínica y gangsteril: lo sostuvo de los tobillos desde la terraza de un decimoquinto piso, gritándole que parte de la canción era obra de su socio Mario Johnson. Viendo el horizonte al revés, Ice optó por vivir.
«Al analizar el esquema, afirmo que contribuí con una ración de la mejor música de hip hop jamás creada, porque con el dinero que (Knight) me arrebató en aquella ocasión, inició Death Row Records«, declaró el nativo de Dallas.
Entre tanto tambaleo y demandas, y pese a ostentar el disco más prolífico en la historia del género y el primer single de rap que llegó a la cima del Billboard Hot 100, Ice fue blanco de mofas y ataques a partir de 1992.
El adicto al motocross que compró casas en Dallas, Miami y Los Angeles, y que se hizo de una flotilla de vehículos ultralujosos, protagonizó una sobreexposición que, más que darle adeptos, le generó tirria dentro de la sociedad rapera. Su otrora agente, Peter Seitz, reconoció que la caída fue estrepitosa, lo que enredó al músico en una hebra de depresiones que se recrudeció con el consumo indiscriminado de heroína y cocaína.
Ice no olvidaría una fiesta que organizó en su mansión texana el 4 de julio de 1994. Entrada la madrugada sus amigos lo encontraron arrumbado a los pies de un sillón, con el cuello torcido y la nariz sangrando, casi sin respirar y presa de convulsiones. La muerte le entonó una estrofa a pocos centímetros.
Finalmente, dos décadas después de editar To The Extreme, álbum que incubó su único éxito descomunal, Ice se confesó en un video sin paja: «Aunque ‘Ice Ice Baby’ vendió cuarenta millones de copias, no tengo excusas. Me disculpo por los peinados, los pantalones bombachos, los escándalos, las mentiras y la música. Fui manipulado, fui un títere.»
Millones de dólares no le financiaron un gramo de respeto. Ágil para el bailongo y la rima, el rapero montó una ola gigantesca justo cuando las rocas aparecieron súbitamente.
«All right stop collaborate and listen, Ice is back with my brand new invention, something grabs a hold of me tightly…»
Opina en Radiolaria