Difícil creer que ciertas piezas de uno de los discos más elogiados y premiados del 2014 fueron hechas en un tris, en soledad y al interior de una modesta casa en Filadelfia, lejos de toda pirotecnia.
Pero así le gusta trabajar al timidón arquitecto de The War On Drugs, Adam Granduciel, quien en una mañana apacible se levantó de la cama y aprovechó el acelere del cerebro para crear dentro de su cocina, y en apenas tres minutos ,»Eyes to the Wind», uno de los tracks más redondos de la placa Lost In The Dream.
«Me encanta. Amo esa canción, ¡sigo sin creer que yo la escribí!», le dijo alguna vez a Susan Moll.
Fue, según el nacido en Dover, Massachusetts, la pieza que le permitió mostrarse «más abierto y honesto» que en cualquier otro tiempo. Porque partía de dolor. Porque destilaba amargura. Porque estaba infestado de tristeza. Porque así surgen algunas gemas que quedan incrustadas en el cancionero habitual de un cantautor.
Y porque responde a aquel cliché de un sinnúmero de músicos atribulados, sin importar si lideran a una modesta banda de indie rock o a un consagrado monstruo que congrega multitudes: el peor momento para vivir es usualmente el mejor para crear.
En una extensa conversación con Face Culture, el otrora portero de un bar de deportes, se confesó con profundidad y reconoció precisamente el lado luminoso de sus bajos vuelos como ser humano: «Estaba atravesando por un quebranto sentimental en aquel tiempo y la idea capturaba el alejamiento de una mujer. En realidad… aborda todas las relaciones. De algún modo reflexioné sobre el hecho de que muchas de mis relaciones se basaron durante mucho tiempo en estar alejado mental y físicamente».
Todo parece indicar que Granduciel, quien durante la infancia se enamoró perdidamente de una guitarra eléctrica que encontró en la casa de un amigo, padeció lo que a otros rockstars les sucede a menudo: tener que sacrificar sus relaciones amorosas para atender los interminables y agotadores tours de promoción de un grupo que todavía es vapor para buena parte de la industria.
«Estar girando con frecuencia es una manera de ausentarte, pero la otra es estar sencillamente apagado. Me di cuenta de esto el año pasado, cuando empecé a hacer música. Sufrí dicha ruptura y empecé a asumirme solo en una casa que me quedó muy grande. No salí, estaba muy nervioso, ansioso y deprimido, con pensamientos muy raros».
Enmarcada en estas tormentas personales y proyectada a partir de un pasado gordo y pesado, aquella tercera producción de The War On Drugs que vio la luz en marzo de 2014 se adjudicó varios ingresos al top 10 de listados tanto europeos como norteamericanos enfocados en rescatar los álbumes más destacados del año.
De hecho, de entre 139 rankings recopilados por el sitio Metacritic que condensaban lo más notable de 2014, Lost In The Dream, ese mar en el que uno puede sumergirse sin modificar o interrumpir el orden de sus partes, finalizó como el álbum mejor calificado, apareciendo en 54 listas y llevándose el sitio de honor en 13 ocasiones.
Logros verdaderos luego de un intenso periodo de creatividad derivado de una profunda depresión y una honda aflicción. El cliché del rock… y de la vida. El momento en que se toman de la mano la congoja y la belleza.
«I was sailin’ down here on the wind when I met you and I fell away again, like a train in reverse down a dark road, carrying the whole load, just rattling the whole way home…»
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