En más de un antro, hetero o gay, se ha escuchado lo mismo: «Psycho Killer» es un himno de compulsión total, tan placentero y adictivo como el sexo. Decir «Fa!» y repetir el monosílabo diez veces tiene algo de urgencia, de apremio y antojo. Tanto que las señales enviadas por el cerebro bajan igual a las piernas que a la entrepierna. ¿Honrar a la hormona o rechinar la pista de baile?
No por nada los Talking Heads seleccionaron «Psycho Killer», reina absoluta de su catálogo, para aromatizar la gala de su incorporación al Salón de la Fama del rock en 2002, ya con capas de canas rascándole el cráneo a David Byrne y con un ritmo mucho menos vertiginoso que cuando la cuadrilla la hizo sonar por primera vez en junio de 1975, abriendo el concierto de los Ramones en el club CBGB de Nueva York. Entonces, en la eclosión del punk, la agrupación era un trío, presumía un nombre más sibarita (The Artistics) y encaraba el gran pendiente de encontrar acomodo en un género musical. El objetivo jamás se cumplió y quienes estudiaron la trayectoria del grupo neoyorquino dieron tumbos entre el art rock, el punk y el new wave. Ponerles etiqueta resultó más difícil que asesinar a cuchilladas a una rubia en plena ducha.
«‘Psycho Killer’ no es autobiográfica. Fue la primera canción que escribí y simplemente fue una forma de demostrarme que podía hacerlo», confesó Byrne en una entrevista con The Talks, confirmando que la primera de varias epifanías le llegó muy pronto.
Sin embargo, la influyente revista Rolling Stone subrayó la asociación a la que a menudo el apuesto capitán de los Talking Heads era sometido a partir de sus rasgos físicos: más de uno lo comparaba con Norman Bates, el personaje medular de Psycho, la obra maestra de Alfred Hitchcock. Byrne y Anthony Perkins, quien la hacía de Bates en el filme, eran altos, escuálidos, enemigos de la moda, taladraban con una mirada profunda e hipnótica, y proyectaban una percha de hombres metódicos, convencionales y hasta aburridos que pueden matarte en un tris sin poseer un gran cuádriceps ni lucir medio rostro desfigurado por los maltratos en la infancia. Estos dos, por normalitos, eran doblemente terroríficos.
En el pack remasterizado del disco debut, Talking Heads: 77, se incluyeron las letras primigenias de «Psycho Killer», donde resaltaba una narrativa desde el punto de vista de un asesino cometiendo una tirilla de matanzas. «Cuando empecé a escribirla, imaginé a Alice Cooper haciendo una balada tipo Randy Newman. Tanto El Guasón como Hannibal Lecter me resultaban personajes mucho más hechizantes que los chicos buenos», confesó Byrne.
En otra entrevista, realizada poco antes de la Navidad de 1982, el frontman de la voz con florituras admitió ante Lisa Robinson que «Psycho Killer» colaba influencias del disco Billion Dollar Babies, firmado en 1973 por el propio Cooper. «Me pareció muy gracioso y pensé: ‘Yo puedo hacer esto’. Fue una especie de experimento para ver si era capaz de escribir, pero más allá de crear algo teatral de la forma en que lo hacía Alice Cooper, me intrigaba todo lo que pasaba en la mente del asesino. Imaginaba lo que éste podría estar pensando», declaró el iconoclasta David.
La evolución de las confesiones alrededor de «Psycho Killer» denota que el cabecilla de los extintos Talking Heads sí tiró de un lazo con el asesino serial de Alfred Hitchcock.
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