RADIOLARIA

Salió del vientre de los Misfits cuando se extinguían los setentas, fue adoptado por Metallica en plenos ochentas y los más rebeldes e incomprendidos lo siguieron acogiendo en las décadas subsecuentes.

«Last Caress» electrificó a los adolescentes de las coladeras y a los usuarios del pesimismo que necesitaban escuchar un nuevo grito de guerra. Habitantes de los sumideros que se agarrarían de esta banda pionera del horror punk. En este mismo búmeran, muchos bonitos y catrines estallaron cuando Glenn Danzig, colérico vocalista y segundo personaje más pintoresco de la pandilla de Lodi -el look de Jerry Only siempre fue insuperable- gritó esas líneas que parecía haberle dictado el mismísimo demonio: «I got something to say, I killed your baby today and it doesn’t matter much to me as long as it’s dead. Well I got something to say, I raped your mother today, and it doesn’t matter much to me as long as she spread…»

Pero no fue Belcebú la sombra detrás de tan vejatorias y despreocupadas proclamaciones. Fueron ocurrencias de Glenn y Jerry, cabecillas que se rifaban el pellejo y plantaban cara al sistema, que aborrecían a las agrupaciones acomodadas y desconocían las señalizaciones y los límites. Ni qué decir de la estética, los instrumentos caros o el room service. Acá ninguno de los cuatro estaba vacunado contra la rabia. Puro rock de diente picado e inspirado en filmes de horror de poco presupuesto. Todo acorde.

Y así, durante seis años destriparon las buenas consciencias con sus creaciones de minuto y medio, salvajes como hienas y desbocadas como guepardos… hasta que llegó el día del big bang y del catorrazo de los egos. Sucedió en Detroit el 29 de octubre de 1983. Show de Halloween, para decorar el adiós entre cervezas y headbanging. «Last Caress» fue la canción 28 de un total de 33 en una noche huracanada en la que proliferaron los errores y las jetas entre los protagonistas.

Creador del peinado conocido como devilock, Only admitió en 2014 su arrepentimiento por haber sido elemento clave en la fabricación de aquel tema devenido en clásico.

«Ya no toco ‘Last Caress’, jamás volveré a tocarla. Cuando nos aprendimos la canción, tenía 17 años. Quería causar destrozos, ser un idiota y alcoholizarme. ‘Last Caress’ era algo cool, había una idea, pero importaba muy poco, nada se tomaba en serio», dijo el bajista a Cryptic Rock. «Pasaron los años y vi en televisión a una pareja de Nuevo Mexico que violó, abusó, quemó y dejó sin comer a su bebé hasta que éste murió. Ese día juré no volver a tocarla, no porque yo la tomara muy en serio, sino para evitar que algún imbécil la usara, se drogara y pensara en algo tan macabro de una forma graciosa.»

A Jerry el juramento le duró lo que el maquillaje de ojos. El reencuentro en 2016 de la alineación clásica de Misfits fue en extremo jugoso como para quitar del menú de la nueva gira uno de los platillos más ricos del rock de los horrores. Para colmo, su amigo Danzig se la vivió alardeando en los conciertos cómo fue que «Last Caress» enamoró a una banda del tamaño de Metallica: «Es una historia real: Cliff Burton (fallecido bajista del cuarteto) me llamó una vez en la madrugada, completamente ebrio y me pidió la letra de la canción…»

Este enlace a deshoras fue, supuestamente, la génesis de esa enorme veneración de banda a banda. Destino y golpe de suerte. Porque nadie cantaría tanto ese corte violento y frenético como James Hetfield y sus secuaces. Nadie lo haría sonar tantas veces desde aquel 1987 en que grabaron su propia versión en la cochera de Lars Ulrich. Y nadie lo incluiría tan frecuentemente en las hojas de tour como el legendario grupo de California.

Cuando el metal fue cautivado por el bebé punketo y decidió quedarse con él.