Dentro de la gran biblioteca musical, a Richard Marx se le halla en el estante de poperos románticos. Y ya hurgando un poco más en los anaqueles, su apellido reluce por derecho propio en la repisa de los cantautores a los que muy bien se les da aportar savia fresca al rito del cortejo en canciones de menos de cuatro minutos. Para no darle vueltas, las baladas, esas metralletas sentimentaloides capaces de inaugurar cenas doradas y detonar veladas rojizas, son su especialidad.
Y entre esos tabiques que sostienen el prestigio de este avispado tenorio sobresale «Now and Forever», su última gran gema de galanteo edulcorado que, cinco años después de «Right Here Waiting», encandiló por igual a chiquillas embutidas en mezclilla que a veteranas de faldón, solo que ahora el conquistador de Chicago se había puesto a tono con la década podando su larga melena. El nuevo look, más yuppie y ejecutivo, no le cercenó un ápice de inspiración cuando llegó el momento de registrar en el estudio este tema, de nuevo dedicado a su entonces pareja, Cynthia Rhodes.
«Es un corte muy personal. Aunque tuvo alcance universal, cada línea de la canción es acerca de mí y Cynthia, es decir, de mí y mi esposa. Es como si me sentara a escribirle una carta y de pronto todo se hubiese vuelto parte de la música», le dijo Richard a Songfacts. «No me importa recurrir a títulos genéricos en las canciones mientras las letras sean únicas. Tal vez existan entre 600 y 700 temas en el mundo que se llamen ‘Now And Forever’, pero no hay una sola línea de esta letra que se parezca a otra cosa.»
Para cuando el sencillo se publicó el 9 de enero de 1994, Marx y Rhodes sumaban un lustro de matrimonio. Fue el tiempo en que el músico le daba la vuelta al mundo y agarraba a botepronto las entrevistas para presumir a su rubia, importándole poco el que uno que otro showman lenguasuelta, como Howard Stern, se sumara al elogio y lo potenciara con toques prístinos y encantadores, más bien vulgares. Richard no se inmutaba, muy por el contrario respondía con la risilla propia del esposo orgulloso y las certezas derivadas de la perennidad encarnada en el título de la pieza. Al cantar, dibujaba en el aire trazos de garantía, pertenencia, posesión: «Until the day the ocean doesn’t touch the sand, now and forever, I will be your man…»
Rebosante, el amor planeaba alto. Había que aprovechar el flush, tomar la guitarra y hacer mermelada para Cynthia, con quien el artista había logrado acostarse al tercer mes de conocerse. «Antes que todo, fuimos mejores amigos, aunque yo la deseé muy pronto. Cuando la conocí, vestía suéter, vaqueros ajustados y botas altas», contó el también productor, quien admitió en otro momento que, mientras trabajaba los primeros tracks del álbum Paid Vacation, se percató de que no había compuesto algo dedicado a su mujer entre la boda y el nacimiento de sus hijos Brandon, Lucas y Jesse. En particular, respondió con «Now and Forever»; en general, dedicó el disco a sus cuatro amores.
Pese a que duró un cuarto de siglo, el castillo de la pareja empezó a llenarse de salitre y en 2014, sin trance aparente ni gran develación de entresijos sentimentales, Marx aceptó que se encontraba «de vuelta en el mercado», mientras su representante confirmaba la puesta en marcha del divorcio. «Todo me parece nuevo, sólo me la estoy pasando bien», lanzó el emancipado cincuentón.
Así, exactamente 20 años después de publicar el single del amor eterno, Richard vivió en carne propia el seco final de su carta hecha canción. Se acababa el océano, ponía pie en tierra.
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