«I’m the one who wants to be with you, deep inside I hope you’ll feel it too, waited on a line of greens and blues, just to be the next to be with you.»
Mr. Big es uno de tantísimos grupos ochenteros y noventeros de hard rock que han sido bendecidos y aplastados al mismo tiempo por uno de sus hits.
Con «To Be With You», una balada alejada de la esencia de su historia, la agrupación comandada por Eric Martin embarró de merengue la radio comercial en el tiempo en que, a pesar del incuestionable boom del grunge, todavía gustaba mucho que greñudos rudos depusieran las armas, olvidaran al señor de la oscuridad unos minutos, se hicieran una coleta y cautivaran a las chicas con un tema azucarado. Y si era con guitarra acústica… mucho mejor. La melena y la variante más suavecita de la lira siempre maridaron a la perfección… y más en el amanecer de los años 90.
«Esa canción propició que nos sellaran nuestros pasaportes», ironizó Martin durante una conversación con Jason Woodbury.
A pesar de que la composición había sido concebida por el grupo californiano sin demasiadas esperanzas y colocada como último capítulo del álbum Lean Into It, los astros se alinearon y el celebérrimo video dirigido por Nancy Bennett catapultó al cuarteto a alturas no presupuestadas. Entre el 29 de febrero y el 14 de marzo de 1992 el tercer sencillo de la placa permaneció a sus anchas en la posición más alta del Billboard Hot 100, derrotando a «I’m Too Sexy», de los fortachones y pelones Right Said Fred, y a otros eventuales clásicos como «Remember the Time» y «Diamonds and Pearls», de Michael Jackson y Prince and The New Power Generation, respectivamente.
Las letras compuestas por Martin en sus años de adolescencia estaban inspiradas en una amiga de su hermana mayor de quien el neoyorquino se enamoró en cabal cumplimiento de los cánones de cortejos inocentes: total, incondicional y irracionalmente.
«Es una historia real, un simple lamento amoroso. Había una chica que me traía loco, una joven gótica de cabellos negros, de hecho todo era negro (risas), y una piel blanca y pálida como la de los vampiros. Solía recitarme poemas dentro de un automóvil que no tenía llantas y que yacía abandonado en la parte trasera de su casa. Ante semejante entorno, ¿cómo no enamorarte?», narró Eric en otra oportunidad.
Con un carisma y angelote apabullantes, el músico reveló que por aquellos ayeres la susodicha había sufrido frecuentes desencuentros con hombres que la habían hecho sentir, técnicamente, una mierda. Por eso intentó convertirse de la noche a la mañana en el caballero de la armadura brillante que la hiciera borrar tan amargos pasajes. Sin embargo, la poesía quedó en eso: poesía. La añoranza de una relación más allá de las pláticas nunca se concretó y los versos terminaron beneficiando a una banda de hard rock. En tanto, ella y él dejaron de verse por muchos años.
Hasta que…
«Hace algún tiempo me topé con ella», rememoró un Martin significativamente más maduro y satisfecho con la carrera musical de Mr. Big. «Ella estaba trabajando en una tienda de ropa en San Francisco, donde la abordé y le dije… ‘¿Supiste que esa canción estaba inspirada en ti?’, a lo que me respondió ‘Oh, sí lo sé, de hecho mi esposo siempre se lo cuenta a la gente…’»
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