«¿Sobre quién es? Todavía no estoy seguro. Tal vez sobre muchas personas, cualquiera que haya tenido la insatisfacción de dormir conmigo. Y remarco que dije ‘insatisfacción’.»
Fue en agosto de 1998 cuando Brian Molko hizo esta reiteración a Sally Stratton, quien le preguntaba específicamente acerca de la inspiración detrás de «Every You Every Me». Y el belga de Placebo, más inquieto y desafiante en aquel tiempo, más veleta e inmaduro que nunca, soltó la lengua. Dijo que se enredaba con chicas y chicos y que añoraba mudarse a Nueva York porque Londres le parecía tan pequeño que creía que, a ese ritmo, en cualquier momento caería en una relación incestuosa. De ahí que todos sus amoríos conformaran un universo confuso y amorfo, de ahí que no hubiera fronteras. De ahí que sus historias de cama carecieran de nombre y apellido. De ahí que un ser de luz resultara tan apetecible como un pillo de mierda.
Aquel tercer sencillo de Without You I’m Nothing, espejo de tales devaneos, fue uno de los trancazos que mandó a las nubes a la pandilla del inframundo noventero. Eran los tiempos de gorda creatividad de Molko, un campeón del sexo y el exceso que sin recato aparecía en escenarios medianos escoltado por el espigado Stefan Olsdal y el caradura Steve Hewitt, y se apoderaba del micrófono con suficiente cantidad de sombras y maquillaje para ser la nena más varonil de la noche. Y si hacía falta, una faldita coqueta o una blusa sin mangas barnizaban la estampa.
Entre la rocosidad sonora del cada vez más consolidado himno del trío de darketos, Brian soltaba con esa voz nasal: «Sucker love, a box I choose, no other box I choose to use. Another love I would abuse, no circumstances could excuse…» Incluso luego tuvo que aclarar a qué se refería exactamente con «box» cuando un curioso de la revista Select lo acorraló. «Sí, a eso (la vagina). Pero puede verse desde dos perspectivas, me refiero a la imagen que proyecté. Digamos que se trata de ese lugar seguro en el que introduces… cosas tiernas», reviró el niño-niña de Bruselas.
Más allá de arañar el Top 10 del chart de Reino Unido, el single incrementó su impacto un año después del lanzamiento del álbum con el estreno de la cinta de Roger Kumble, Cruel Intentions, cuya escena inicial muestra a un convertible recorriendo velozmente la autopista, con la pieza rugiendo a todo volumen.
«Estudié drama y conozco bien la versión original de la película (Dangerous Liaisons)», fanfarroneó Molko en una entrevista posterior con el Herald Sun, añadiendo que cuando los productores le pidieron prestada «Every You Every Me» para el soundtrack de la adaptación protagonizada por Sarah Michelle Gellar y Ryan Phillippe, él accedió siempre y cuando la historia no tuviera un final rosita. Ya muchos recordarán el –spoiler alert– pesaroso desenlace.
Molko, la nueva fiera del rock a golpe de rimel a quien todavía le quedaban varios años de jarana y pirotecnia antes de diversificar la facha y trepar a los escenarios con camisa y corbata. Siempre tierno y perverso, siempre imán de hadas y moscas.
«Carve your name into my arm, instead of stressed I lie here charmed, ‘cause there’s nothing else to do, every me and every you…»
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