Desde «Airbag» hasta «The Tourist», los 3,209 segundos del OK Computer hacen que uno pase la mitad del tiempo bajo bombas y la otra mitad entre ruinas.
Esta placa de 1997, que para muchos representó el último clavo en el ataúd del britpop, fue una suerte de manual de supervivencia para esos seres flamables y dolientes de aquella década que preferían la vida apagada de Thom Yorke que la muerte escandalosa de Kurt Cobain.
Y el quinto episodio de aquella obra de 12 partes que los convirtió en megaestrellas del rock fue «Let Down», un extraño pasaje cuyas letras incluían la amable petición de no ponerse sentimental y reflejaba al mismo tiempo un estado de ánimo inapetente con frases alicaídas como «Taking off and landing, the emptiest of feelings» que parecían emanar de un hombre que espera en una terminal un vuelo directo y sin escalas al fin del mundo.
«Andy Warhol dijo alguna vez que podía disfrutar su propio aburrimiento. ‘Let Down’ es acerca de esto, la típica sensación en una zona de tránsito. Te encuentras en un lugar donde ves muchas cosas, pero todas entretejen un gran vacío. No controlas nada en el mundo y te sientes totalmente ajeno a esas miles de personas que ves caminando ahí», reveló el guitarrista Jonny Greenwood a la revista Humo en julio de 1997.
Entorno que, pese a ser desalentador, suena francamente bien en esta pieza que Radiohead ha tocado en directo no tantas veces como sus discípulos quisieran, pero que cuando retumba, logra transformar grandes escenarios en receptáculos de alborozo y euforia. Al vibrante Lollapalooza de 2016 en Chicago se le recuerda como fehaciente prueba de ello.
«El sentimentalismo implica ser emocional por mero amor al arte. Somos bombardeados con sentimiento y la gente a veces exagera. Experimentar cada emoción es una mentira», dijo un reflexivo y enredado Yorke a la revista Q en octubre de ese mismo año.
¿Qué podía esperarse de una canción que se gestó alrededor de las 3 de la madrugada? El propio Tom admitió que «Let Down» terminó siendo completamente confusa para el resto de la cuadrilla de Oxford que en 1995 había sido presa de un aburrimiento y una apatía de espantar. El resultado de esta telaraña de situaciones llevó al hombre del cerebro acuoso y el ojo semicerrado a comparar, ante el influyente Melody Maker, al ser humano con otros graciosos especímenes de la naturaleza: «Me encanta la forma en que los insectos son destrozados, especialmente las avispas; ese crujido y ese líquido amarillo. Truenan igual que las personas.»
Con eso quedaba -y queda- todo más que claro: no hay sentimentalismo en la oferta de Radiohead, al menos no en exceso. Y el ejemplo es la plomiza «Let Down», en la que es preferible resignarse mirando la lluvia de los días fracturados y los ventarrones de las personas que, buscando la felicidad, viven en perpetua combustión. Los mismos individuos a los que luego se les ocurre huir de sus desgracias, pagar un boleto de avión, tomar un vuelo y llegar esperanzados a otro sitio… sólo para volver a ser aplastados como un miserable insecto.
Tragedias cíclicas. Crueles crujidos de vidas atormentadas, deshechas, en ruinas. Y en el centro de todo… Yorke, ese flaco vocalista de una banda de rock que ama vivir ensimismado y confirmarse, canción tras canción, como el buque insignia de las almas deshidratadas.
«Shell smashed, juices flowing, wings twitch, legs are going, don’t get sentimental, it always ends up drivel…»
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