Alguna vez, en alguna votación, «Under the Milky Way» quedó ubicada como «La mejor canción australiana de la historia».
Nada mal para algo escrito en cinco minutos y que Steve Kilbey, polémico cabecilla de la banda de new wave, The Church, jamás concibió como un posible cañonazo que sería rotado miles de veces en la radio.
«Es una canción accidental que escribí de manera accidental y que se convirtió en un hit… accidentalmente. He escrito 2,000 temas en mi vida, gracias a Dios uno pasó el corte», dijo Kilbey a Cameron Adams en una entrevista publicada en 2011. «La gente se sorprende de que un tema tan ambiguo y con tal carga de misterio pueda volverse un clásico.»
Al parir la canción más importante de The Church, Steve no estaba solo, mucho menos concentrado o inspirado. Tomado de la mano de su novia Karin Jansson, mataba un rato de holgazanería afuera de la casa de su madre en Smiths Lake, Nueva Gales del Sur, atravesando con la mirada el firmamento, intentando distinguir estrellas y planetas mientras escuchaban el trino de cientos de aves negras de pico achatado que aparecen cuando la noche ha caído sobre el pueblo. El condimento lo componían unos cigarrillos cuyo contenido químico colocaba a los enamorados a merced de efectos tan extraños como hipnóticos. En un momento dado el frío raspó la piel y los tórtolos entraron a la casa a bobear con el viejo piano de la primera planta. Ensayo y jugueteo, acierto y error, improvisación y tanteo. Y de pronto… una tonadita a la que le escurría magia.
«Habían pasado pocos minutos y ya me había aburrido de mi pequeña creación, pero Karin dijo que era algo bueno«, colgó Kilbey en su blog en 2009.
«No se basa en algo particular. Como todas mis canciones, es una puerta de entrada a tu propia mente en la que te guío a una meditación. Es un lienzo abstracto y blanco para que las personas se pierdan», acotó después a la edición australiana de The Guardian.
Sin el propósito de incluirlo en Starfish, álbum que alistaba la banda de Sídney, Steve preservó el bosquejo de «Under the Milky Way» en una cinta hasta que un buen día el manager del grupo lo escuchó y pidió barnizarlo en las sesiones de grabación en Los Angeles. El grueso del grupo se resistió, pero Clive Davis, ejecutivo de manga ancha en Arista Records, secundó la moción. El resultado fue tal que el corte acabó siendo el primer sencillo de promoción… y mucho más.
«Estoy orgulloso de que una canción tan simple se haya convertido en una institución con todas las de la ley…», alardeó el voluble Kilbey en uno de esos pocos días en que no se dijo hastiado de su rotadísima obra.
En 2006, acompañados por la Sinfónica de Melbourne, The Church tocó «Under the Milky Way» en la noche de apertura de los Juegos de la Mancomunidad. A la mitad de la canción, ocho deslumbrantes bailarinas fueron elevadas a lo más alto del estadio para realizar acrobacias y piruetas cual si fuesen hadas etéreas, celestiales, inalcanzables. Atrapada en la oscuridad, la voz de Steve sazonó los instantes de embeleso. Segundos fascinantes y solamente comparables con el mal viaje de dos enamorados que se fuman un cilindro lleno de químicos para distinguir estrellas de planetas.
«And it’s something quite peculiar, something shimmering and white, leads you here despite your destination, under the Milky Way tonight…»
Opina en Radiolaria