En abril de 2004 Simon Le Bon empuñó el micrófono frente a miles de londinenses en la Wembley Arena y, segundos antes de echar por delante el clásico «Ordinary World», dijo: «Todos tenemos que lidiar con las dificultades de este mundo. A veces simplemente hay que seguir adelante… y esta canción se trata de superar los momentos más duros, conscientes de que la vida sigue.»
Aquel corte promocional del disco homónimo -muchos lo ubican como el The Wedding Album-, que supuso la resurrección de Duran Duran en el arranque de los noventas, era un tributo a un amigo de la infancia de Simon que murió en 1987 por un infortunio relacionado con el abuso de sustancias. Se llamaba David Miles.
Pero «Ordinary World» fue tan solo la segunda parte de una trilogía no oficial que integraría dichas remembranzas en honor a Miles. Antecedió la sentida «Do You Believe in Shame», de 1989, y sucedió la lúgubre «Out of my Mind», de 1997.
«Quería plasmar la belleza de lo ordinario. Hemos estado rodeados por el deseo de lo superlativo, del superhombre, de la supervida, todos envueltos en la codicia. Quería expresar que el mundo ordinario es lo más bello que hay, es el mundo de tu niñez en el que te sientes seguro y comprendes las cosas sin tener que analizar nada. Todo hace sentido. A la vez, es acerca de alguien que pierde a un ser muy cercano, y no necesariamente se refiere a una relación hombre-mujer», le dijo Le Bon a VH1 apenas iniciado 1993.
Así que por años el británico canalizó la tristeza por la pérdida de su amigo a través de poesía musical recompensada con elogios y aplausos por doquier que, a su vez, hicieron que la agrupación recobrara el aliento en la gran carpa. En cinco minutos la voz de Simon lució como nunca y un excepcional solo de guitarra de Warren Cuccurullo puso chapa de oro, dejando en claro que el éxito y el glamour no eximen al rockstar de la fragilidad y la congoja que escurren de las tragedias intempestivas.
En otro de sus monólogos memorables, esta vez ante un pletórico estadio de Vélez Sarsfield, Le Bon le dijo a su feligresía argentina en la noche del 30 de abril de 1993: «Tenemos canciones dirigidas a la gente que mira a su alrededor y ve un mundo loco y, aún así, no cesa en la esperanza. Gente que cree que el comienzo de un mundo mejor está en visualizar lo que uno desea.»
«What is happening to me? Crazy, some’d say, where is my friend when I need you most? Gone away. But I won’t cry for yesterday, there’s an ordinary world…»
Ya desde el año anterior, y gracias a una filtración en una estación de radio de Florida, «Ordinary World» había hechizado a las masas. La alabanza para Duran Duran fue unánime, por no decir aplastante, al tiempo que los listados de popularidad incluyeron al sencillo en sus escalones de privilegio: tercer lugar en el Billboard y sexto en el chart de Reino Unido, además de brillar en Suecia, Noruega, Italia, Francia, Irlanda y Canadá.
«Fue una canción de supervivencia que marcó nuestra presencia en una segunda década. Cuando muchos nos habían borrado del mapa y nos tachaban de grupo ochentero, esto fue como un ‘Wow, ¡tenemos un hitazo!’ Y permítame decirlo: experimentamos un enorme alivio», reveló el bajista Roger Taylor a Will Harris.
Casi en cada recital que ha ofrecido la cuadrilla británica en años recientes, Simon ha mantenido el ritual, ha hecho esa pausa y ha bajado la cabeza antes de iniciar «Ordinary World». Y aunque no pronuncia el nombre de David, una sombra poco ordinaria con semblante de niño parece emerger a su lado y empuñar el micrófono.
Aun de modo fantasmagórico, hay significados que rebasan realidades.
Opina en Radiolaria