Podría tornarse exhaustiva la discusión de si es o no la mejor canción de Sting, pero lo que no debería implicar un debate es que «Englishman in New York» es de lo más suculento que ha horneado Gordon Matthew Thomas Sumner en su gordísima trayectoria.
El tercer single de Nothing Like The Sun fue publicado en febrero de 1988 y no tardó en engullirse la radio europea. Gustó casi de modo instantáneo la caricia sonora de su amigo estadounidense Branford Marsalis, querubín del saxofón que como una pequeña travesurilla introdujo en el track un fragmento casi imperceptible de «God Save the Queen».
Y después… el hombre en el cual se inspiró Sting para confeccionar el tejido lírico: el controversial Quentin Crisp, celebérrimo actor, escritor, cuentahistorias y modelo artístico que se volvió un símbolo de la homosexualidad en los años 70, especialmente tras la publicación de The Naked Civil Servant, afilada obra de memorias en la que desafió los cánones de la época. Esto, entre varias linduras más, llamó la atención del cofundador de The Police.
«Quentin es un buen amigo a quien admiro enormemente porque lo considero uno de los hombres más valientes. Ha vivido apegado a sus convicciones dentro de una sociedad viciosa y malévola, pero es un héroe de forma femenina. Por eso es una canción que aborda las cualidades femeninas que pueden darse en un hombre, sin que eso sea algo negativo», aseveró Sting a la revista Timeout en 1987.
El músico conoció al impredecible icono gay en Nueva York, lugar al que éste se había mudado en 1981 poco después de cumplir setenta y dos años. Crisp se estableció en un apartamento en la zona del Bowery con la intención de alejarse de los ángeles y demonios de su isla natal. Enemigo de la psiquiatría y picante crítico de Oscar Wilde, se le atribuye la famosa afirmación de que «Inglaterra es un error», así como la añoranza de que, al morir, su cadáver fuera metido en una bolsa de basura color negro y depositado, junto a los demás desperdicios, en una esquina de su adorado East Village.
«Era abiertamente gay cuando eso era no solamente peligroso, sino algo que iba contra la ley. Luego se mudó al Bowery, ese áspero barrio neoyorquino, y retó a muchos al caminar sin complejos. En la canción traté de capturar los elementos multiculturales de la ciudad. Escuchas jazz en una esquina, rock en la siguiente y después alguien hace retumbar el hip hop a todo volumen en el coche. Y a Quentin le gusta mucho la canción, me llama ‘Mr. Sting’», explicó el artista en Independent On Sunday, en 1994.
Curioso resultó que, pese a aquel ferviente deseo de terminar sus días en Manhattan, la huesuda pillara al extravagante Quentin el 21 de noviembre de 1990 en la industrial y poco sofisticada ciudad de Manchester. «Fue un error cósmico«, escribió el filoso periodista norteamericano, Jody Rosen.
Al final, Sting afirmó que la deliciosa ensalada «Englishman in New York», preparada con toques de reggae, pop, rock y jazz, así como una voz en plenitud, no era una vulgar y defensa de la homosexualidad, sino la consolidación de la necesidad de ser fiel a uno mismo y de jamás dejar de mirar al interior.
Como debe ser, como Crisp, como tantos otros que dejaron el nido para renacer en otro barrio.
«See me walking down Fifth Avenue, a walking cane here at my side, I take it everywhere I walk, I’m an Englishman in New York…»
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