«Me pongo maquillaje un poco al estilo de un payaso. Cuando veo mi cara en el espejo, me tranquilizo de inmediato y me ayuda a actuar naturalmente sobre el escenario…»
Confesiones de un Robert Smith sincero y franco que el 5 de junio de 1986 accedió a hablar sin sus huidizos tartamudeos con la revista alemana Bravo. La nota en cuestión se tituló «Robert weint oft» («Robert llora a menudo»). Acto seguido, el periodista asignado al artículo le cuestionó si le molestaba que esta vulnerabilidad que acababa de admitir fuera asociado a una imagen femenina.
«Las mujeres se embadurnan maquillaje también para sentirse mejor. ¿Por qué entonces habrían de ser sólo ellas? Eso es justo lo que quise decir en ‘Boys Don’t Cry’», objetó el fundador y eterno mandamás de The Cure a propósito de uno de los hits de la banda más aplaudidos. «¿Por qué a los hombres no se nos permite llorar? Escribí la letra en la escuela, cuando tenía catorce años. Todos decían que únicamente las mujeres podían abrir sus emociones, lo que me parece muy estúpido. A veces lloro porque me frustran mucho las reglas de la gente adulta y el hecho de que eventualmente seré uno de ellos me pone de malas».
En aquel verano Smith cumplía una década al mando de la tripulación británica, los majestuosos álbumes Kiss Me Kiss Me Kiss Me y Disintegration ni siquiera habían sido concebidos, y la cuadrilla, a menudo cambiante gracias al humor veleidoso del cantante de la boca coloreada con carmín, la completaban el baterista Boris Williams, el tecladista Lol Tolhurst, el bajista Simon Gallup y el guitarrista Porl Thompson, integrando uno de los batallones de rock más alabados y talentosos de su tiempo.
Y, entonces, «Boys Don’t Cry», el clásico agriado e inocentón que Robert puso en órbita cuando apenas se estrenaba como veinteañero, llevaba dos meses de haber resurgido en el cosmos MTV a través de una versión renovada y un clip excepcionalmente original que todavía hoy sigue maravillando a los nostálgicos parroquianos del video.
Así, siete años después de su primer lanzamiento, el hombre fantasmagórico volvía a canturrear el drama (ficticio) acerca de una chica a la que había perdido para siempre, debiendo esconder las lágrimas ante los nocivos, chismosos y morbosos porque, bien se sabía, los niños no lloran.
«En aquel tiempo a un chico inglés se le conminaba a no mostrar sus sentimientos de manera alguna. Lo único que pude hacer ante ello fue actuar de modo contrario. Jamás me sentí mal por reflejar mis emociones, no habría sido posible seguir avanzando; tendrías que ser un cantante muy aburrido para ceñirte a algo así», declaró el abotagado frontman a la Rolling Stone en 2019, año en que se volvió sesentón sin dejar de pintarrajearse la cara. «Así que armé algo muy grande a partir de ello. Sencillamente pensé… ‘Bueno, está en mi naturaleza ir en contra de lo que se me pidió no hacer…’»
Voluble… siempre; consistente… también. Pocos superan a Smith en cuanto a sus convicciones y su forma de ejecutar su santísima voluntad. Más de cuarenta años después, las mantiene en perfecto estado de conservación.
«I would break down at your feet and beg forgiveness, plead with you, but I know that it’s too late, and now there’s nothing I can do…»
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