Las madres comprenderán a Dolores O’Riordan.
Previo a la realización de Bury The Hatchet, el álbum que lanzó The Cranberries en 1999, la irlandesa compuso «Animal Instinct», un tema que se convertiría a la postre en el segundo sencillo promocional de aquel álbum que devolvió al cuarteto a las grandes ligas y a emprender una monstruosa gira mundial.
Precisamente en las «sesiones de inspiración», Dolores estaba embarazada de Taylor, su primer hijo, a quien ella reconocería en el futuro como un motivo de renacimiento personal. Nada para sorprender, todo para sorprender. Así son los hijos, así son las madres, así es esta variante y este lazo de amor, acaso el milagro más grande en la existencia. El más puro.
«Mi hijo me ayudó a dejar en definitiva una etapa oscura. Me hizo feliz y escribí ‘Animal Instinct’ acerca de él. Me reencontré con la dicha y pude volver a cantar», declaró O’Riordan a The Independent en aquel tiempo.
Pero… ¿de dónde brotó la idea del instinto animal que daría título a la citada composición? Dolores admitió que en esos ratos de maternidad pura se encontraba en extremo sensible, insegura, temerosa y con las garras listas en caso de que alguien, fuera quien fuera, se atreviera a dañar a su bebé. Nunca antes y nunca después experimentaría tal instinto asesino, tal impulso animal. La mismísima naturaleza en sus venas.
El más básico de los instintos en una madre.
Opina en Radiolaria