“Mi vida empezó después de Freddie. Bueno, no es así, pero es que debí borrarlo de mis recuerdos”.
Esto le dijo en 2004 Rosemary Pearson, ex novia de Freddie Mercury, al diario británico The Times. Sí, la ex novia del gran mago de Queen.
Lógico sonará que esta mujer tuvo que lidiar con la orientación sexual del artista en los tiempos en que ella lo amaba entrañablemente (1970). Cuando todos «creían»… y casi nadie «sabía».
Ambos jóvenes se habían conocido en 1967 (el año en que la música significó más que en cualquier otra época), al interior de la Ealing Art School, donde sembraron una bonita amistad en la que las primeras impresiones implicaban a una chuca caprichosa y decidida, y a un hombre risueño y atento.
Uno de esos nudos que consolidaba su buena relación tenía que ver con la aversión de ambos hacia las drogas y una repulsión marcada en particular hacia el LSD, ácido que se apoderó irremediablemente de la mente, la vida y las fuerzas de muchos otros músicos de la época.
Como pasa con un sinfín de tórtolos, la fase amistosa culminó pronto. Sólo dos años de pureza fraternal y, después, un encontronazo de otro tipo en 1969. Según Rosemary, sucedió en un restaurante cuyo nombre no recuerda, y de ahí al departamento de Mercury.
“Él era un amante ardiente. No fue que nos conocimos y teníamos un apasionado y enfermo sexo, solo éramos muy cercanos”, decía en dicha entrevista Pearson, dedicada hoy en día a la docencia en Sheffield.
De manera gradual, Rosemary comenzó a notar un potencial escenario gay, ya que en muchas de las fiestas a las que asistieron en pareja la inmensa mayoría de participantes eran de sexo masculino.
“Lo inquietante se dio cuando comenzó a preguntarse cómo sería acostarse con un hombre. Yo pensaba ‘Freddie es mi novio, ¿qué hago?’. Si lo entregaba a los artistas, hubiese sido inmediatamente absorbido por ellos, pero él quería eso. Lógicamente lo perdí. Fue como si yo hubiese dicho: ‘Acá tienen un lindo hombre para ustedes’. Un día fui a su departamento y le dije que se todo se terminaba. Sollozó como un niño. Me fui y no volví a verlo jamás”.
Muchos dudan de la posibilidad de que Mercury haya experimentado sufrimiento a causa de desamor. En todo caso, la ruptura dolía por la relación amistosa de origen, ya que por otro lado ya resultaba incómodo para ella ver a Freddie usando atuendos llamativos con el pecho descubierto y mezclilla ajustada. Si algo perturbaba a Rosemary era ver las cualidades histriónicas del inglés tanto en el escenario como lejos de él. En esencia, se mostraba tal cual era.
«Lo de Queen creció en su personalidad. Algunas personas se burlaban de su personalidad, eran insensibles. Yo creo que su personalidad teatral era sólo un agregado, pero yo fui atrapada por lo que él era».
Pearson pasó más de dos décadas sin poder mirar programas de televisión en los que apareciera el gran líder de Queen, cuya muerte a causa del SIDA naturalmente le afectó mucho.
«Es triste. Realmente me marcó. Siendo racional, no me arrepiento de haberlo dejado, pero mi parte irracional sí lo hace”…
«Don’t stop me now, ‘cos I’m having a good time«.
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