Por alguna razón que sólo él puede definir con precisión, Justin Timberlake ya no es ‘N Sync. Es Justin y punto. Libre, emancipado, desterrado del juicio de la boy band que hizo frente a los Bacsktreet Boys en los 90.
Ya no canta con el agudo cagante, ya se casó con Jessica Biel y ya está a un paso de la consagración como solista. Quienes hayan escuchado de avanzada The 20/20 Experience habrán dictado veredicto, pero en caso contrario, al menos hay altísimas expectativas. Él lo sabe y hasta se ha vestido de gala para recibir los elogios y saborear a la prensa.
«Suit & Tie» es más que un título de primer sencillo, es una declaración pujante y sólida del hombre maduro de 32 años que hace rato no usa tenis ni camisa grungera de cuadros. Ni Britney ni Cameron en los recuerdos recientes. Sólo un matrimonio espectacular y una carrera no menosfulgurante a la que el cine se le pega hombro con hombro.
Soldados estadounidenses y británicos parecen haber sido conquistados ya al opinar sobre el álbum. «El mayor evento pop de 2013», publicó la Rolling Stone, al tiempo que The Guardian externó… “Complejo, rico y gratificante”.
Así que el cielo ya tronó y solamente resta que se vea el relámpago. Justin ha vuelto tras seis años de silencio musical y lo hace en gran forma dentro de un mundo popero que perdió a su rey hace tiempo. Nacido Justin Bieber, parece que Timberlake ha encontrado absolución y hasta admiración de millones, dejando las mofas al chiquillo canadiense de los tantos desfiguros.
Ahora su falsete es libre y fluye en cada show igual de pie que sentado al piano, igual covereando que entonando sus canciones conocidas. Incluso las chicas dicen por ahí que se le mira sexy bajándose la bragueta. Truco trillado que, sin embargo, no todos pueden…
Si el pop ha de ser atacado en el futuro cercano, no será por culpa de Timberlake. Él construye bien sus fantasías.
Adiós al nene para siempre. Baby, bye bye… bye.
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