Muchos equipos de diversos deportes han entonado «We Are The Champions», de Queen, como condimento perfecto para levantar trofeos y cosechar honores.
Lo más curioso es que cuando Freddie Mercury esculpió este himno inglés, estaba consciente de los alcances y aplicaciones que tendrían tan emotivos dibujitos en el pentagrama.
«Cuando la compuse, estaba pensando en el futbol. Deseaba hacer una canción en la cual la gente fuera parte de, algo alrededor de lo cual los fanáticos se pudiesen volcar. Es evidente que le he dado un toque más teatral que cualquier cántico futbolero y supongo que podría ser visualizada como mi versión de ‘My Way’. Por supuesto hay que admitir que no fue nada fácil componerla», dijo en su momento el hombre de la voz celestial.
Con el paso de los años y el éxito de Queen, «We Are The Champions» acumuló ovaciones por doquier, sembró lágrimas en justas deportivas, reconocimiento en empresas de pantalón largo y oficinas de grandes emporios, y hasta devoción en los campos de batalla. La motivación no se limitaba a la imaginación inicial del bigotón. Las letras, aderezadas con los arreglos magistrales y el piano vivo de Freddie, edificaban un monstruo de inspiración para el ser humano promedio que deseaba huir de los estándares de la mediocridad.
Elevado a deidad y más artesano que vil compositor, Mercury cautivó con «Bohemian Rhapsody» y emocionó con el traqueteo de tres tiempos de «We Will Rock You», pero con ninguna tonada evangelizó tanto las almas de los hombres medianos como con esta belleza. Muchas historias de éxito perpetuo brotaron de una pieza de escasos tres minutos de duración. Típico de los chispazos históricos, de las llamaradas súbitas y breves que sirven para encencer toda una vida. Y cuya luz nunca se extingue.
No apta para perdedores. Así nació esta obra maestra, una mecedora musical que arrulló grandes estadios de lado a lado, una y otra vez, con millares de «bebés» cerrando los ojos y abriendo el alma mientras el comandante Freddie (ya enfermo y sentenciado) acariciaba las mejillas del piano y ponía el puño en alto. Así protagonizaba con Dios un mano a mano.
Hace tanto que Wembley dejó de mecerse…
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