Es de esas perlas perdidas e insertas en uno de los trabajos de The Cure menos favorecidos por la crítica internacional. Se titula «Jupiter Crash».
Con aliento acongojado, a medio suspiro, y después de una entrada solitaria y trovadoresca de guitarra acústica, Robert Smith la interpreta con su habitual melancolía y esa clase de agonía rítmica que desemorona multitudes cuando llega el momento de incluirla en el cancionero en directo.
Para este corte que terminó colocado como séptimo track de la placa Wild Mood Swings, el hombre del maquillaje espectral se inspiró ni más ni menos que en el cometa Shoemaker-Levy 9, captado por primera vez el 24 de marzo de 1993.
Varios meses antes el cuerpo celeste había pasado muy cerca de Júpiter y las llamadas «fuerzas de marea» terminaron fragmentando la roca. Con ello, se generaron miles de trozos irregulares que terminaron colisionando uno tras otro con el hemisferio sur de aquel planeta entre el 16 y 22 de julio de 1994.
Los impactos «cegaron» a todos esos científicos mirones que se aprestaron a analizar un fenómeno de tales dimensiones. Según varios reportes de la época, la mayor colisión causó una explosión cuya energía equivale a multiplicar por 600 el arsenal nuclear total de la Tierra.
De cara al álbum que The Cure editaría en 1996, Smith usó estos extraordinarios sucesos como una metáfora para ilustrar uno de los muchos lazos que uno puede establecer con una mujer que de pronto aparece en nuestra vida, impacta de manera brutal y brilla intensamente para, después, simplemente desaparecer y dejar huellas en el alma para siempre.
«¿Recuerdan la colisión de un cometa hace dos o tres años? Creo que fue en 1993. Todos esperaban que sucediera algo grande, pero nadie se sentía en posición de asegurarlo. Esto siempre pasa con los cometas. Es algo muy profundo dentro de la naturaleza humana, ver algo en el cielo y esperar que se dé algo muy grande e importante», le dijo un Smith más alegre que de costumbre a MTV cuando apenas iniciaba 1996.
Pero el músico de Blackpool fue mucho más claro en cuanto al sentido de la serena y no tan absorbente «Jupiter Crash» en una conversación con MTV Europe: «Es una analogía de un encuentro sexual fallido. Todos esperaban que con la colisión del cometa… Júpiter estallaría. A menos de que contaras con un telescopio muy poderoso, no podías captar absolutamente nada. De eso se trata, de que se levantan grandes expectativas alrededor de algo y, al día siguiente, la gente entiende que todo ha sido basura. Pero al final, no es basura, sino algo increíble. Es sencillamente que no es lo que todo mundo espera».
Inspiraciones bizarras, parábolas que a muchos les representarán conexiones fallidas, explicaciones retorcidas que a los emos les resultarían geniales. En fin, comparaciones que sólo pueden fugarse de la psique de un tragicómico cantautor que siempre ha tratado de que la vieja agrupación de Crawley, suya como de nadie más, se mantenga fuera de la órbita de la industria tradicional, construyendo historietas y versos cuya lógica puede hallarse… a más de 600 millones de kilómetros de distancia.
Así pues, en la mitología Smith, las cicatrices de los planetas equivalen a los costurones de los enamorados.
«Meanwhile millions of miles away in space, the incoming comet brushes Jupiter’s face… and disappears away with barely a trace…»
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