Para la historia queda el tamaño de Pink Floyd. Y para la mitología… las vidas de sus integrantes. Cada uno, en sí, tiene más estela que millares de bandas respetables.
En 2008 falleció Rick Wright, víctima de un cáncer que pareció durar menos que «Shine On You Crazy Diamond». Fulminante fue el tumor que aquejó al tecladista, alguna vez aspirante a arquitecto y quien definió el sonido atmosférico desde The Piper At The Gates Of Dawn.
Esta súbita desaparición significó el opuesto a la prolongada y muy documentada desintegración mental de Syd Barrett, primer floydiano que dejó este mundo, en 2006. Irónicamente, la muerte de ambos se asemejaba mucho a la relación inversa de su aportación en el estudio. Barrett escribía lo imaginado; Wright edificaba lo aprendido. Al frente del escenario, un idealista despeinado de voz rasgada. Del lado izquierdo, un tipo callado y educado, capaz de ampliar la paleta tímbrica detrás de teclados mágicos encumbrados en Meddle y The Dark Side Of The Moon.
Pero el destino alcanzó a Pink Floyd en apenas dos años con la partida de este par de pilares. Si bien la banda no necesitó jamás de acrobacias financieras para subsistir varios años después de su última gira mundial, la naturaleza fracturó la única costilla vulnerable de un esqueleto inmortal: Barrett y Wright murieron y ahora la pregunta es: ¿quién sigue?… Nick Mason, Roger Waters, David Gilmour.
Waters recorre el mundo como un todoterreno con giras cuyos pivotes son The Wall y The Dark Side Of The Moon. Gilmour fue convencido hace años por el productor Phil Manzanera de editar su álbum en solitario. Y Mason retoza como el más discreto de los legendarios. Si hace maquetas, nadie las conoce.
En apariencia, ninguno está dispuesto a tomar la tercera ficha.
«Eclipse» es el último corte del mítico The Dark Side Of The Moon y en su línea de cierre se escucha una voz: «There’s no dark side of the moon, matter of fact it’s all dark» («No hay lado oscuro en la luna, en realidad toda la luna es oscura»).
Parcialmente, la luna se ha oscurecido. Y Floyd ha entrado en fase menguante.
Opina en Radiolaria