El líder de Coldplay se cura en salud al respecto. Defiende su estilo y advierte que Coldplay está 23 años atrás de U2, por lo que la comparación entre bandas es ridícula.
Sin embargo, todo hace creer que a Chris Martin le agrada ser catalogado como una especie de Bono reloaded. No importa si se le mira como una versión alicaída del cincuentón irlandés o como un intento de cisne que se queda en pato; la sola semejanza, burda o justificada, le es mediáticamente propicia. Acaso desde sus exageradas gesticulaciones en el video de «Yellow», acaso desde su manera de electrificarse al tocar el piano, acaso desde que se marcó en la mano la frase Make trade fair haciendo su versión personal de «Sunday Bloody Sunday», acaso desde la obsesión por uniformar a su banda de acuerdo al concepto de cada álbum, acaso desde su supuesta guerra de declaraciones contra el propio Bono. Todo… todo ha respondido a la pinta de un rockstar que busca ser interpretado y entendido de mil modos diferentes. La vanidad por delante y el delirio de grandeza por detrás. Hablen de él mal o bien, pero hablen.
A Martin se le podría comparar con el nuevo rico que, apenas recibiendo su primer millón, tiene una urgencia voraz por embellecerse. Y el vocalista de Coldplay lo ha hecho desde que A Rush Of Blood To The Head, sin duda su obra más relevante, le redituó a lo grande. Al terminar aquella extenuante gira mundial que les abrió la puerta en Estados Unidos, arreciaron las alabanzas y aparecieron las polémicas semejanzas. Había surgido una especie de nuevo Bono, si bien no conquistador de Arizona como el original, pero sí al menos triunfador en California.
«El problema con U2 es que nosotros apenas estamos sacando nuestro cuarto disco… y estamos compitiendo con gente de mucho mayor bagaje. Recién estamos llegando al punto en el que otros lanzaron The Joshua Tree… es una etapa muy diferente de nuestras carreras». Con esta forma de expresarse en 2009, Martin terminó aceptando lo que, valga la paradoja, deseaba negar. Comparar su álbum Viva La Vida Or Death And All His Friends con aquella creación de U2 fue un modo inteligente de elevar sus «bonos», sin importar si con esto se volvía la comidilla de los tabloides británicos.
Más recientemente y en estricto apego a la Liga Premier del mercantilismo musical, la portada de Mylo Xyloto hizo recordar de un parpadeo a las imágenes y juego de colores de Achtung Baby, pero a la vez hay quienes sostienen que Martin y compañía, con todo y su infinita necesidad de componer himnos de estadio, aún guardan deseos de reflejar el pesar y la agonía del ser humano a lo Radiohead, aquella faceta que todavía se pudo palpar hace 10 años, dentro del citado A Rush Of Blood To The Head.
En fin. Más que confirmar o difuminar las similitudes entre los gobernantes de Coldplay y U2, yo me quedo con la agria respuesta que elaboró cuidadosamente Bono hace tres años ante todo este ruidero tan conveniente para Chris: «Evidentemente su carácter es totalmente disfuncional y es un cretino estúpido, pero también alcanza a ser un gran melodista y está allí con Ray Davies, Noel Gallagher y Paul McCartney».
Lindo modo de regresar la pelota y, de paso, estornudar en la cara el «virus Martin» a otros tres genios disfuncionales.
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