Paul Hewson y Bono

Desde un punto de vista simplista, Paul Hewson se parece mucho a una fotografía de Anton Corbijn: blanco y negro, sin dar mucho juego a los grises.

Tras cumplir 50 años y completar la gira más descomunal y rentable de la historia, tiene claro su lugar en este mundo. Es depositario de la alabanza perpetua y del odio más enraizado, sin dejar plato para medianías.

Hablamos del filántropo de las gafas al que muchos acusan de levantar paraísos fantásticos en nombre de los pobres tercermundistas a los que, pocos meses después, cobrará un boleto inmensamente caro a cambio de un concierto en el que la sola producción despejará, de antemano, cualquier duda. Bono es un tremendo showman, pero también una especie de predicador, un excelso publirrelacionista, un mentor generacional, un polémico copropietario de Forbes, un diplomático sui generis, un baladista brillante, un amante que en «With Our Without You» ha besado a más fans que durante cualquier otro tema en vivo de U2, y hasta un líder detestado por la mitad de su banda de rock (The Edge siempre le ha tendido la mano), pero respetado por ellos a la vez.

Claramente es un tipo plagado de intenciones muy particulares que, en obvia consecuencia, desata solamente reacciones puntiagudas. La sola idea de recortar la deuda de los países del Tercer Mundo, a los ojos de sus enemigos, ha parecido siempre un objetivo tramposo. Ni qué decir de la simple imagen de sentarse con políticos y líderes religiosos en diferentes partes del planeta. Ello ha convertido al irlandés en blanco de lealtades colectivas o vituperios masivos. Todo, como parte de lo que muchos  entienden como un ricachón más sensato o un capitalista menos cínico. Depende quién lo califique. Su fan o su detractor. Pero Bono sabe vivir con las dos partes de su persona: su piel y su sombra.

«Somos la banda más amada y más odiada. Muchos de los motivos por los que la gente nos detesta, además de mí, son los que curiosamente nos hacen interesantes. Son nuestros experimentos y errores en público; es nuestra audacia por creer que podemos involucrarnos en algo como la cancelación de la deuda… y ser rechazados por nuestros amigos. Comprendo lo vomitivo que resulta estrechar la mano de un político o el interesarnos en temas religiosos».

Mirándolo en perspectiva, Bono se asemeja al Roger Waters de 1979 que ideó el fascinante concepto The Wall con la única intención de lograr algo no tan fascinante: dejar de escupir a los fans que lo hartaban con peticiones musicales en los conciertos. Como fan de Pink Floyd, he de admitirlo: aunque parecidos, aquel Waters era mucho más arrogante que el actual Bono. O bien, el actual Bono sabe hacer de su arrogancia un elemento encantador a la vista de millones.

Si U2 es la banda más grande de los últimos 25 años, eso lo decide cada votante. Si con un Bono más enfocado al estudio de grabación y menos dedicado a cuanta situación ajena invada su mente, U2 podría ser un cuarteto aún más sólido, eso lo define cada quien. Si U2 ha montado el show más impresionante de la historia con el 360 Tour, eso lo determina cada individuo.

Lo único cierto es que a Paul Hewson el tiempo le ha alcanzado para (casi) todo a lo largo de sus 620 meses de vida, llámese triunfos y catástrofes. Es el mismo que visitó a Juan Pablo II en 1999 que el que se enfundó en el uniforme de Greenpeace para protestar contra la planta nuclear de Sellafield en 1992.

Y en términos estrictamente musicales su desempeño ha sido no menos extravagante. Exprimió el concepto Joshua al extremo y luego lo mandó al olvido colgándose las gafas de «The Fly» que no solamente decretaron un cambio de década, sino también una nueva indumentaria, una nueva gira y un nuevo sonido. Magnificó la ironía del consumismo en los estadios agendados para el Pop Mart Tour y tres años después decidió «enclaustrarse» con sus fans más leales en las arenas medianas del Elevation Tour. Gozó sorprendido el inesperado éxito de la insulsa «Discoteque» al alcanzar el top 10 del Billboard en febrero de 1997, y recibió un duro golpe por el fracaso de «Magnificent», uno de sus temas favoritos, al no alcanzar en mayo de 2009 el top 40 británico (primer caso desde 1982). A la vez, confesó el sabor agridulce de la última gira de U2 que, si bien superó en volumen de masas a varias visitas papales, dio un paso en falso en Glastonbury 2011, donde un inexplicable pánico escénico se apoderó del cuarteto que más boletos vende por concierto en el mundo. «Incluso salí con los zapatos equivocados y me estuve patinando toda la noche», admitió el mismísimo Bono.

Y 100 ejemplos más de los cuales se pueden escribir miles de líneas. Pero quizá todo se reduce a una frase que regaló el propio Hewson a la revista Q a propósito de los 20 años de Achtung Baby: «Lo que pocos recuerdan es que yo también tengo que vivir conmigo».

Lamentablemente, el periodista de la publicación no le preguntó a Paul si esta eterna convivencia con Bono representaba un placer trágico… o una deliciosa condena.

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2 respuestas a “Paul Hewson y Bono”

  1. El más excelso perfil de Bono que he leído en mi vida, lo tuvo que escribir mi hermano, quien para completar la majestuosa ironía, no es fan de U2 y detesta a Bono. Bono disecado en 11 parrafos y un “bono” auditivo excepcional, With or Without you en Wembley, aqui cerquita…
    “Achtung Baby is the sound of 4 musicians chopping down The Joshua Tree”
    Me reconozco en el blanco y negro de Corbjin. Sera por que es Tauro y es de mayo. Al menos por ello, deberías hacer un esfuerzo por quererlo.

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