Fue una de las variantes más anómalas del ocio musical: en octubre de 2005 la revista Blender organizó una votación para definir y premiar a «La mejor canción para montar a caballo en cámara lenta». Verídico.
Habiendo asumido tal desgarramiento de la sensatez y la cordura, nadie iba a quedarse con la duda: «Blaze of Glory» se llevó los honores.
Se trata del corte principal de la banda sonora de Young Guns II, western noventero que protagonizaron Emilio Estevez, Lou Diamond Phillips, Christian Slater y Kiefer Sutherland que configuró una versión un tanto enana de la historia del forajido estadounidense William Henry McCarthy, mejor conocido como «Billy the Kid».
El propio Estevez, quien encarnaba al pistolero, pidió autorización a Jon Bon Jovi para que en los créditos del filme sonara el single que su grupo había lanzado en 1987, «Wanted Dead or Alive». Inconforme, el cantante propuso una mejor idea: «Aunque me sentí halagado, sabía que no debía permitirlo porque líricamente esa canción no cuadraba con el filme, así que decidí escribir ‘Blaze of Glory’ y la interpreté en la locación. Les gustó, me fui a casa y seguí escribiendo, esperando hacer todo un álbum», desveló Jon a un medio francés.
Pero como sucede en las historias de vaqueros, algunas variaciones de la anécdota salieron a la luz, como la que contó Kiefer Sutherland a Spin más de un cuarto de siglo después: «Estábamos los miembros del reparto en un bar mientras Jon escribía ferozmente sobre unas servilletas. En cuestión de veinte minutos se las entregó a Emilio y le dijo: ‘Ahí está la primera canción.’»
Tras ofrecer más de doscientos conciertos junto al resto de Bon Jovi para promover el exitoso New Jersey de 1988, no quedaba duda: el melenudo estaba inmerso en un nivel creativo mayúsculo. Completó una decena de tracks en siete semanas y «Blaze of Glory», el sencillo que iba a titularse «Guns & Glory», que hacía sonar cascabeles de víbora y que fue aderezado con el virtuosismo del guitarrista Jeff Beck, trituró los pronósticos de entusiastas y escépticos y con la velocidad de un proyectil llegó a la cima del Billboard Hot 100 el 8 de agosto de 1990.
«Creo que es una justa representación de la película y de mi persona como letrista. ‘Billy The Kid’ era un personaje interesante de sangre fría, quería fama, pero no podía cantar, así que la halló a través del revólver. No es el chico con el que me gustaría hacer tratos», opinó entre risas el de Nueva Jersey en un documental producido por Rick Austin.
Más allá de agenciarse el triunfo en el descabellado ranking de la revista Blender, la pieza se hizo más maciza al ganar el Globo de Oro como Mejor Canción Original y al ser nominada al Óscar. Y el inolvidable video, dirigido por Wayne Isham en los acantilados cercanos a Moab, Utah, es otro testimonio dorado de aquella vivencia musical que infló el alma de Jon y lo hizo experimentar, por un momento, lo que siempre anheló. «Cualquiera puede ser un vaquero. Si en tu corazón lo crees, puedes serlo, puedes fantasear y soñar y esfumarte del mundo por un minuto», sostuvo el rockero sin mirar a quienes lo tacharon de vaquerito frustrado.
Acaso cada que suena «Blaze of Glory» en directo, en la mente de Jon la tarima se vuelve terregal, el olor a pólvora corta el aire y él, maloliente y orgulloso como Billy, anda a caballo triturando cráneos de vaca. Imagen majestuosa, luminosa, digna de filmarse… en cámara lenta.
«I wake up in the morning and I raise my weary head. I’ve got an old coat for a pillow, and the earth was last night’s bed…»
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