«Una pecadora al piano». Así tituló el diario El País un nota especial sobre Tori Amos en octubre pasado.
Nada inusual, nada cómico; todo real, todo justificado. La pelirroja de los ojos transparentes es una musa pecaminosa en toda la extensión de la palabra luego de 21 años de carrera.
La admiré desde «Crucify», pero me le entregué por completo cuando escuché «Siren», aquella pieza del tan elogiado soundtrack de Great Expectations, al cual siguió el disco From The Choirgirl Hotel, extraordinario y oscuro material de 1998, quinto en su carrera.
Siempre proyectando una serie de imágenes y fotografías que dan para más de un comentario, no es raro que Tori esté fuera de la órbita del mundo pop y del cliché femenino al que los años 90 nos acostumbraron. Y desde niña hubo motivos para ser distinta.
De familia metodista, padre pastor y entorno dedicado al estudio de Dios, Amos fue lanzada a un conservatorio de Baltimore sólo para mostrar sus primeros destellos de fiereza y su consecuente expulsión. Los ratos en casa los alternaba para dedicar minutos a John Lennon y a The Rolling Stones por igual, aunque siempre admitió una profunda debilidad carnal hacia los pantalones ajustados de Robert Plant. No era su música, era lo demás.
Y el resto del tiempo que pasaba encerrada lo usaba para masturbarse. Todo como parte de una defensa vehemente de la sexualidad, contraria al cristianismo castrante y apoyada en lo que ella misma ha descrito como «espíritu erótico».
Discurso de una personalidad explosiva e intensa que no demerita cuando es momento de salir a dar un concierto. La oriunda de Carolina del Norte, quien en 2011 lanzó Night Of Hunters, es un huracán de vientos rojos con olor a frambuesa y sabor a grandeza. Doble mérito para una artista que ha encontrado en la vida misma la única forma de escapar al terrible momento que no la deja recordar más allá de 1985.
Fue en aquel año cuando un sujeto, más que violarla propiamente, abusó de ella y la mutiló de un modo del cual, como es entendible, no se da mayor detalle. Lo único claro es que, a raíz de ello, su entonces novio la abandonó, su primer álbum incluyó tal episodio en la canción «Me And A Gun» y su vivencia la llevó a fundar RAINN, una asociación de apoyo a víctimas de abuso sexual e incesto.
Una pecadora tocando el piano, una víctima curando al indefenso.
Sitio oficial de la Rape, Abuse & Incest National Network: http://www.rainn.org/
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