RADIOLARIA

Recuerdo cuán alabados fueron el diseño y arte fantasmagóricos del Sleeping With Ghosts, disco que lanzó Placebo en marzo de 2003.

Sin ser, a título personal, el mejor material del trío Hewitt-Molko-Olsdal, aquel álbum enfrascó un montón de cosas justo en el año en que «Seven Nation Army» salía a la luz, todopoderosa, adictiva, tan generacional como «What’s Up» y aspirante a ser la canción de la década.

Pero Placebo no se preocupó en demasía por la fama de The White Stripes y, por encima de ello, preparó su nueva gira para que fuese inolvidable y piedra angular de su futuro. El homosexual, el bisexual y el heterosexual presentaron su talento en más de 100 ciudades y sumaron 1.4 millones de butacas ocupadas a lo largo de un extenuante tour que igual llenó las 605 localidades en Graceland, Seattle, que las 16,500 en el Toni Garnier de Lyon, que las 35,000 en el Foro Sol de la Ciudad de México.

Seis años después de la gira de 1997, las cosas habían mejorado y el ambiente era generoso. El autobús de la nueva aventura era más ancho y lujoso, el staff incluía un combo de técnicos talentosos, usaban una cocineta sin fogones, sus amigos Eagles Of Death Metal eran sus teloneros, y los varios maquillistas a sueldo hacían de Molko un andrógino feliz. Para rematar tan placentera gira (los rumores señalan que, en una escala rumbo a Las Vegas, Olsdal descabezó a un tejón de una mordida), Placebo abría cada show con «Bullefproof Cupid», una de las aperturas más frenéticas en la historia del rock. Si acaso, el gran intruso de la etapa de festivales era un cuarteto denominado Coldplay, el cual promovía otra joya digna de la memoria inacabable y del tocadiscos añejo: A Rush Of Blood To The Head.

«Taste In Men», primer sencillo del Black Market Music, se mantenía en el repertorio de Placebo como uno de los números estelares del concierto, no por su escaso brillo, sino por el baile gay brazos-arriba con el que el larguirucho Olsdal se contoneaba para deleite y excitación de sus muchos fans masculinos (Molko dividía su encanto entre ambos sexos).

Pero si algo destaca la banda de aquella gira del Sleeping With Ghosts es la visita a México, país en el que se habían presentado en mayo de 2001, pero que ahora habían de conocer con médula. Los viajes en carretera, más que los shows en la capital o en Guadalajara, saciaron la curiosidad de Molko, quien admitía estar tan maravillado por las mexicanas que frecuentemente pedía al camarógrafo del staff que hiciera zoom a tantos pezones como fuese posible.

Tras la firma de autógrafos en el Tower Records de Zona Rosa, el trío subió a la camioneta cuyos sólidos cristales lo separó de sus enardecidos fans. Con el arrancón, los seguidores emprendieron la partida, menos un mexicano con playera negra y cámara en mano, quien no dejó de disparar flashazos al vehículo que trasladaba a sus ídolos. El fanático corrió varias cuadras de Paseo de la Reforma a la par de las cuatro llantas para mofa y sorpresa de la agrupación. Al final, Molko decidió apiadarse del obsesivo joven, cuya recompensa consistió en un estrechón de manos con cada miembro del grupo en una mesa del Tenampa y unas cuantas fotos a su lado. Al terminar, el defeño sin nombre salió del lugar brincando.

Horas después, Placebo cerró aquella gira con un concierto memorable en el Foro Sol ante 35,000 personas, muchas de ellas acreditadas a la causa de Café Tacuba, penúltimo acto de una rara velada que algún promotor planeó.