La historia detrás de las más grandes canciones

Mario Kempes y Rod Stewart

Hubo demanda, pero no pleito ni disgusto de parte del acusado. Sin tardanza un tribunal falló a favor de Jorge Ben Jor, el compositor brasileño de «Taj Mahal», uno de los temas más pegadizos en el Brasil de los años 70.

Rod Stewart, el derrotado en el juicio y quien en el final de esa década intentaba por todos los medios -legales y no- probar su estatura como solista tras el desmembramiento de los Faces, no chistó ni se envalentonó, acató la resolución de plagio y se limitó a argumentar que en su cabeza pudo haberse quedado alguna tonadita de su reciente visita al carnaval de Río, adonde había ido aprovechando la cercanía del Mundial de fútbol de Argentina 1978. «No es que estuviera en el estudio diciendo ‘Vamos a usar la canción ‘Taj Mahal’ para el coro; su autor vive en Brasil, así que esto jamás se sabrá’. Es evidente que la melodía se había quedado en mi memoria y en cierto momento resurgió. Se trata de un plagio inconsciente, así de simple«, argumentó Stewart en su libro autobiográfico. Y sin sangre de por medio, acordó con el carioca donar a la UNICEF las regalías de «Da Ya Think I’m Sexy?», el corte de la discordia.

La gambeta le salió muy barata al rockero de los pelos locos, ya que aquel sencillo de noviembre de 1978 se había cocinado, además, con betunes de «(If You Want My Love) Put Something Down On It» y «Miss You», de Bobby Womack y The Rolling Stones, respectivamente, según las revelaciones de Carmine Appice, exbaterista de Stewart, al portal Songfacts. «Estábamos en el estudio y en ese entonces ‘Miss You’ era un gran hit. Rod estaba muy abierto a todo lo que sonaba a su alrededor, siempre pendiente de lo que acaparaba los charts, escuchando. Era un gran admirador de The Rolling Stones y cuando estos lanzaron ‘Miss You’, la música disco estaba en apogeo, lo que le despertó deseos de construir un tema con ese estilo».

En resumen: el pintoresco Rod se armó un ensaladón megabailable tomando de aquí, de allá, de él, de ellos y de todos. Y lo puso en órbita cuando las aficiones no las concentraba el rock y varios géneros eran machacados por la embriagante música disco de los Bee Gees, Boney M. y Donna Summer. El que las regalías de «Da Ya Think I’m Sexy?» no llegaran a la cuenta bancaria de Stewart fue costo asumido. El número uno en los dos principales listados de popularidad del planeta y la canción más aplaudida y coreada en sus recitales justificaron de sobra la pérdida.

En la historia de algunos clásicos dorados el tiempo suele funcionar como excusado y el olvido baja la manija. Y en esa espiral se diluyen los genios que tuvieron la primerísima idea, quedando todo a nombre del vival, del carismático o de aquél de la voz magnética que mejor vende la canción y termina colgándole un título espléndido.

El británico deslenguado y pujante atacó sin complejo, se zambulló en la mirada masiva de chicuelas desaforadas y disparó a gol. Lo hizo casi como Mario Kempes en aquel tiempo, ese flaco greñudo que maravillaba a las barras albicelestes con gambetas y disparos inmisericordes, sabedor de que el encanto radicaba en la melena y el éxito en aprovecharse de los pases a gol que le sirvieran otros. En todas las portadas viviría la fotografía de su festejo.

Al igual que Kempes, Stewart fue, el del golpe final, el artillero, el rematador.

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