
Fue una brisa refrescante en el amanecer del siglo. ¿Quién era esta chica que cantaba con destemplada alegría, echando por delante esos ojazos que iban del verde esmeralda al azul turquesa, según el escenario? ¿Quién era esta fotogénica morocha que lanzaba su primerísimo single poco antes del Halloween de 2000, declarándose, ante todo, libre al doscientos por ciento? ¿Quién era esta joven que recitaba cada estrofa con el ímpetu de un surfer que viene de cabalgar la más alta de las olas?
No era una blonda de canciones edulcoradas como Jewel, no alardeaba un vozarrón de señora madura como el que aventaba Christina Aguilera a sus diecinueve y no le quitaba de porrazo el hipo a los esposos con escotes mitológicos como los de Kylie Minogue.
Con pantalones cómodos, ese look de habitante de India y esa sonrisa widescreen, Nelly Furtado rompió el cascarón sin complejos y abrió el plumaje interpretando «I’m Like a Bird», un tirón de clásico colorido con un estribillo alegrón que, sin embargo, era una aclaración aue rayaba en advertencia. «A primera vista parece una canción de amor, pero alguien me dijo el otro día… ‘Debiste haber incluido a personas sin hogar en tu videoclip…’ Creo que también, de alguna forma, eso hubiese hecho sentido. Simplemente la idea de ser una nómada y gozar de andar libre por doquier es gran parte de lo que soy. Tengo una inquietud enorme hacia mi persona», manifestó la joven de sangre lusitana y canadiense a MTV, canal que reprodujo intensamente el video multicolor donde canturreaba este himno a la libertad, retorciéndose en el pasto debajo de un sol esplendoroso.
Para el verano de 2001, cuando fue requerida por los irlandeses U2 para ser su telonera en el Elevation Tour, Furtado ya calificaba de fenómeno, gracias a sus composiciones magnéticas y a uno que otro colaborador de lengua floja y mente rápida (su manejador la promovía por partida doble como «La nueva Madonna» y «El Beck femenino»).
Muy pronto, el sencillo de presentación del disco Whoa, Nelly! apareció en el Top 10 de un sinfín de listados de popularidad en tres continentes, desencadenando una urgencia multitudinaria por saber más de la chispeante sirena de ojos cristalinos que semanas después remacharía su irrupción en el cosmos pop y evitaría la etiqueta de one hit wonder con otro single destinado a despeinar a todos en sus presentaciones en directo: «Turn Off the Light».
Carolyn Sullivan, vivaz pluma del rotativo británico The Guardian, abordó el título de su single bandera y antes de un concierto le preguntó qué clase de ave le gustaría ser. «Una gaviota, contestó Furtado. «Encontré una gran inspiración en un libro increíble llamado ‘Jonathan Livingston Seagull’».
Esa añoranza de volar en libertad la había invadido desde niña, sin importar condición ni entorno. «Trabajé con mi madre como ama de llaves en el motel donde la habían contratado, pero a mí me encantaba estar sola y pasar horas en el parque escuchando canciones».
«I’m like a bird, I’ll only fly away, I don’t know where my soul is (soul is), I don’t know where my home is, and baby all I need for you to know is, I’m like a bird…«
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