La pandereta y los pájaros

85318aa05eaba4fd894530e32053a7e4.jpgDe interpretaciones y elucubraciones, además de una incómoda y persistente hipótesis de que en las letras pervive una clara alusión a las drogas y hasta un guiño a La Strada de Fellini, está salpicada la historia de «Mr. Tambourine Man», uno de los clásicos pintorescos que Bob Dylan compuso en el amanecer de su carrera y que le ha arrancado cientos de sonrisas a los viejos, a los maduros, a los jóvenes y a los que siguen la fila generacional.

Pero para el cantautor de la mirada absorta ni hay tanta ciencia detrás ni demasiados argumentos que respalden la relación del tema de Bringing It All Back Home con los ácidos que en los sesentas eran la mera onda entre los chavales que buscaban caminar en las cornisas. «Las drogas jamás tuvieron cabida en aquella canción (…) Nunca significaron gran cosa para mí. Podía tomarlas o dejarlas, pero nunca esclavizarme», sentenció Dylan en las notas del boxset de 1985, Biograph. «‘Mr. Tambourine Man’, creo, está inspirada en Bruce Langhorne», acotó el nacido en Duluth, haciendo referencia al risueño músico de sesión en cuya tersa guitarra zigzagueaba exquisitamente su voz inmadura.

Y sí. La cosa era casi un jugueteo entre ambos artistas, quienes a mediados de aquella década hurgaban en sus cabezas abriéndose a cualquier posibilidad creativa. Además, trastocaron los alambres del folk en esas tardes de ingenio y atrevimiento y en ese mundillo de ideas locas en el cual la música se hacía deprisa, con desbordante entusiasmo y sin estilismos mafufos. «Mr. Tambourine Man» surgió en los meses más boyantes de Dylan como compositor y Langhorne, tan buen guitarrista y percusionista como fiel cómplice incluso en los ratos muertos, le tocó atestiguar y enchular varias de las epifanías de Bob. «Bruce tocó la guitarra a mi lado en algunos de mis primeros discos. En una de las sesiones (el productor) Tom Wilson le pidió que tocara la pandereta y él sacó una pandereta gigante, una tan grande como la rueda de un coche», recapituló Dylan, brindando casi condición humana al vibrante instrumento turco cuyo contorno estaba lleno de campanitas. «Empezó a tocarla y esta imagen de él golpeando su pandereta simplemente se me quedó grabada. Se convirtió en uno de esos personajes… no sé si se lo llegué a expresar.»

Una de las maquetas de tan alegre composición, con esas letras que referían a un día agradabilísimo, soleado y espectacular, llegó por angas o mangas a oídos de The Byrds, teniendo impacto instantáneo. El hechizo fue tal que los californianos no tardaron en meterse al estudio a grabar un cover armónico y endulzado con la musculosa Rickenbacker de doce cuerdas de Roger McGuinn, y lo lanzaron a mediados de 1965 como su sencillo debut. ¡Boom!

Mientras en aquel verano Dylan apostó todo a «Like a Rolling Stone», los jóvenes emplumados hicieron germinar otra de sus creaciones y alcanzaron la cima del Billboard y del chart británico. Muchos quedaron boquiabiertos con lo que bien podría definirse como el nacimiento del folk rock, incluidos cuatro chicos muy bien peinaditos de la ciudad de Liverpool.

Lejos de encelarse, el espléndido Bob abrazó la versión eléctrica de The Byrds, echándoles un elogio inconcebible para un hombre al que jamás se le ha visto menear las piernas: «¡Hasta puedes bailarla!»

«Take me on a trip upon your magic swirling ship, my senses have been stripped, my hands can’t feel to grip, my toes too numb to step…»

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